domingo, 27 de abril de 2014

Fisiculturismo


Fui a  la casa de mi primo a relajarme un poco del tósigo que me servían en la mía. Ayatola Duránd empapado de sudor no soltó las mancuernas para responder el saludo pero me hizo una venia y dijo : El truco del fisiculturismo no es que tenga más libras las mancuernas, en este caso ,sino en hacer la rutina a diario. Agregó con cierta alusión: No me explico como una esposa pueda  tener  gusto salir a pasear con su marido que es  obeso y jadea y  transpira a chorros  Dirigiéndose, ahora sí, a mí, agregó:  Es bueno hacer pesas, primo,   para que la camisa de moda te quede bien y no te  revienten los botones.
Viéndome taciturno intuyó: Parece mentira, pero las preocupaciones se eliminan haciendo pesas, por los poros  se deriva el sudor y con ella la migraña de la preocupación.
Lo vi ágil de pierna, bíceps formidables, cuello robusto cuando, ex profeso ,  para que se le note más empuñó las manos a la altura del vientre bajo y  los deltoides  y la coraza del pecho se le hincharon mostrando sus venillas en toda extensión.
Práctica, me repitió Ayatola Duránd,   para qué nadie se sobrepase con los tuyos  y le pongas el alto, en la calle no falta los pendejos

¿Damos una pulseada? propuso  Ayatola y se puso en guardia sobre la mesa mostrando el brazo para echar el pulso pero no quise enfrentarle, era yo su primo mayor. Recordé cuando era Ayatolita, adolecente enclenque,  un día le noté  caminar por la calle un poco afeminado y le carajeé, Camina como hombre, le dije,  y Ayatolita se azoró. Ahora era hombre, bien hombre y me retaba. Se quiere vengar, pensé y dijé disculpándome y mintiendo: Acabo de almorzar no puedo hacer fuerza, otro día será. Pero  vi en su sonrisa cachacienta   sabía que su primo mayor se había chupado.

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