lunes, 29 de febrero de 2016

La máscara


Me acuerdo de algo que había dicho Bruno: siempre es terrible ver a un hombre que se  cree absoluta y seguramente solo, pues hay en él algo trágico, quizá hasta de sagrado, y a la vez  de horrendo y vergonzoso. Siempre, decía Bruno, llevamos una máscara, que nunca es la misma sino  que cambia para cada uno de los lugares que tenemos asignado en la vida. La del profesor, la del amante, la del intelectual, la del héroe, la del hermano cariñoso. Pero ¡que máscara nos ponemos o qué máscara nos  queda cuando estamos en soledad,  cuando creemos que nadie, nadie, nos observa, nos controla, nos escucha, nos exige, nos suplica, nos intima o nos ataca? Acaso el carácter  sagrado de ese instante se deba a que el hombre está entonces frente a la Divinidad, o por lo menos ante su propia e implacable conciencia?


Ernesto Sabato del libro  La resistencia

domingo, 28 de febrero de 2016

Isabel Sarli /V16 /El viejo barbado



Fui a comprar cd antiguos, películas clásicas por la esquina de Abancay y  Piérola, al mercado El Hueco , en realidad, literalmente, es un hueco, más o menos  cinco mil m2 de área. Se excavó  para hacer el cimiento y  un edificio similar al que está al frente: el antiguo edificio del ex Ministerio de Educación –hoy sede del poder judicial con más de veinte pisos-, pero se quedó en cimiento,  vano que ha estado  decenas de años solo protegido por una valla de madera perimétrica a ras de la vereda pública. Por los años ochenta, creo, el municipio consintió  la instalación  de una galería con material ligero en  el vacío  para dar abasto a  ambulantes que ocupaban  e interrumpían  el tráfico de la avenida Abancay.

 Bueno,  para bajar al cóncavo  hay que descender  por una rampa  y encontramos varios pasajes de diferente rubro de ventas de artículos en un cúmulo de puestos pequeños donde se encuentran desde copias no autorizadas de libros, cd,  ropa deportiva marca adulterada , imitación de zapatillas adidas, etc, etc,
Allí compran por mayor a menos de un sol las películas de estreno los pequeños comerciantes que llegan de diferentes lugares de Lima para revenderlos a  dos por cinco soles pero, generalmente,  estas copias a menos de un sol son de mala calidad por eso hay que conocer algunos puestos , pagar dos soles o más  por una copia muy cercana al original. Eso es lo que hago,  prefiero pagar dos soles por cada CD, que de todas maneras es mucho más barato de lo que expenden en las tiendas de autoservicio.

Vi la carátula de un cd de Isabel Sarli. No soy de comprar cd pornográficos que allí ofrecen por montones, incluso, hay puestos con una ambiente interior reservado para que uno pueda seleccionar en una pantalla los triple equis más voluptuosos. Pero ésta de Isabel Sarli, ahora, no se le puede llamar pornográfico y, más bien, relieva recordar  parte de mi adolescencia y juventud que hoy me ocupa:

Isabel Sarli, la bomba argentina, el sueño nocturno de los adolescentes de mi generación, años sesenta y picos. Tendría  14 años, estudiaba en Labarthe, turno tarde,  segundo año de secundaria, segundo N; eran tanto los salones en ese colegio que la letra N me tocó ocupar como aula, era la G.U.E Pedro A. Labarthe el colegio con más alumnado del país. Tenía un amigo,  Cara` e chancho le apodaban,  cuyo tío trabajaba de boletero en el cine Mundo. Cara` e chancho solía traer cuatro o cinco boletos sin romper  y los repartía a sus amigos que estaban dispuestos a  Tirar  pared, escapar del colegio, y yo estaba entre ellos porque Cara` e chancho se sentaba atrás de mi carpeta.

Nos apuntábamos para escapar del cole, yo, Caballo, Sandro (el que imitaba al cantante de moda), Quevedo, Baldeón.  Después del único recreo -3 y 15 de la tarde- , cuando todos regresaban a sus aulas nosotros nos escondíamos tras las tribunas del estadio que estaba al fondo del colegio, por allí, estaba la casa de los guardianes  del colegio por lo cual teníamos que ver hacia atrás donde estaba la casa de éstos que tenían orden de avisar a la dirección si veían alumnos merodeando cerca a las paredes, y adelante, donde estaban los auxiliares en el patio soplando sus pitos pugnando hacer ingresar a los alumnos a sus salones y dejaran vacío patio y corredores.
 La única forma de trepar  era por la pared lateral, la que daba  a las primeras cuadras de la av. San Luis, por allí había unos árboles que actuaban como mampara . Esperábamos un momento  para que se despoblara los dos patios y que los auxiliares preocupados en hacer reingresar a las aulas descuidaran  la vigilancia de las paredes.  Entonces uno por uno corría y trepaba la pared y nuestro uniforme caqui color tierra se acomodaba al color  amarillo gastado de la pared. Era el lugar señalado para trepar y engastado por huidas anteriores se había hecho la pared como una seguidilla de estribos. Una vez arriba,  el primero en subir daba una vista general y rápida   a la calle y veía si por mala suerte  había un patrullero o el empeñoso auxiliar Camote –apodo- que merodeaba afuera avispado seguramente por la carajeada que recibía de la dirección  de poner coto a los escaperos.
El que subía primero alentaba: no hay peligro.  La técnica para  bajar la pared hacia la calle era prendernos con las dos manos del borde de la pared a la vez que soltábamos el cuerpo al vacío pero aun sin desprender los dedos,  luego, empinar las punteras del zapato para no caer de talón y soltarnos, ahora sí, del todo.  Caíamos de pie y raudo corríamos por lo largo de la avenida San Luis hacia atrás del colegio donde en ese tiempo había chacras y hoy es la avenida Arriola. Si por un caso nos toparíamos con el auxiliar Camote  lo que nos quedaba era correr y correr porque una entrevista  en la dirección era factible, primera vez, careo con el padre del alumno y suspensión de una semana, segunda vez,  expulsión del colegio.
Entre matorrales  esperábamos a  todo el equipo, nos quitábamos camisa corbatín insignia y todo añadido  y nos poníamos las poleras o camisas de otro color.
Luego, enfilábamos felices las pocas calles hacia el  cine Mundo (jirón Huánuco, a la altura de Méjico- a una cuadra-) Por ese tiempo, era raro ver a estudiantes fuera de hora de clase, entonces, estábamos convenidos que si alguna patuto  (  patrullero , auto policial)  sospechara de nuestro grupo y se nos presentaba y nos exhortaba detenernos cada uno corriera por calle diferente y al que la suerte no le ayude se aguante y no nos delate.

Y floreábamos nuestros polos de diferente color, carcajeábamos  al enterarnos, por ejemplo, que Sandro cayó de poto al bajar de la pared, o ,traíamos  a memoria sucesos  del aula, por ejemplo, en  clase de Educación Cívica  el tutor, un moreno, le preguntó a Quevedo por qué tenía el cabello tan largo, y éste respondía : es que, profe, tengo costumbre  echarme salivita al pelo , o cuando Alvitez, el popular gallina un día en el examen oral de ciencias naturales le  preguntaron   nombrara un ejemplo de la orden gallinácea y todos los alumnos  cacarearon. Alvitez en verdad parecía una gallina cuando se ponía  rojo su cara aunado al morrito de pelo que tenía que parecían crestas. De cualquier cosa hacíamos chacota . Íbamos  felices al cine Mundo aunque, en el fondo, rogábamos que  nuestro auxiliar don Pepa (bien parecido porque iba tiza , buen terno, diferente camisa y corbata a diario –casi no usaba saco solo en la formación- ) no se le ocurriera volver a tomar la lista de asistencia a la hora de salida ya sea por intuición o por el soplo del bembón Gutapercha, un moreno tinto que era brigadier de aula y estaba al tanto nuestra perrada.
-¡No te preocupes –decía Quevedo- ya lo puse el alto a ese negro bembón, no volverá  a soplarnos!  

Casualmente, dicho de paso, uno de esos soplos  el auxiliar Pepa me giró una esquela a mí y a los otros para que nos presentáramos con nuestro padre -fue mi mamá- a la dirección de normas educativas del colegio ante el temido director de apellido Bravo que nos dio un sermón de padre y señor mío y nos amenazó si se daba la reincidencia de escaparnos  con la expulsión, y exhorto a mi madre a firmar los cuadernos después de cada asistencia a clases. En ese careo estaba Okuyama, hijo de un japonés y Bravo se mesó el cabello, incrédulo,  ver un japonés escapándose por la pared cuando según su experiencia de director los niseis –hijos de japoneses- eran cumplidores del orden y del prestigio del colegio y nos culpó a nosotros por malograrle  a ese alumno de bien.

Pero lo que más me cohibió –ya en la casa- a no escaparme más del colegio fue ver el  llanto de mi viejo,  decepcionarse de mi proceder.  El, recordaba, cuando a su vez estudiaba en el Alfonso Ugarte nunca habérsele ocurrido faltar, no, podía faltar por un imprevisto sino dejar de asistir por una mataperrada. Y otra cosa, fue que salí jalado ese año. Esto me enderezó
Pero dejemos de lado ese fárrago y vayamos al asunto  de Isabel.

Al subir  la galería del cine Mundo veíamos la afluencia de jóvenes que llenaban todo el estrado. Todos iban a ver a Isabel Sarli. No importaba el argumento ( a mí en particular)  solo interesaba ver sus prominentes toronjas que resaltaba por su escote,  su  cintura cimbreante al caminar, su  talle, su desnudez  en el sofá –clímax esperado- ante el fotógrafo; o, también,  desnuda internándose a la piscina.   Ocupaba la escena del desnudo en el sofá apenas tres segundos pero la gente  agolpaba  la taquilla  por esos tres segundos.

¡Que hermosa mujer!  Nos gustaba más ésta que Libertad  Leblanc, también gaucha, pero ésta rubia, en cambio, Isabel,  morocha, cabellos negros,  nuestro tipo de raza y era, casi seguro, encontrar casi como ella  por el centro de Lima. La preferíamos. Nuestras neuronas despertaban. ¡Que lindo culo! decía Baldeón derritiéndose,  ¡Esta noche, las cinco! ¡Putamare carajo! espetaba flaco Sandro. ¡Como no la tengo aquí, se la doy en forma¡decía Quevedo. Yo también  estaba carretón  y no sabia cómo o con quién desfogar mis instintos matinales.

 Pero al acabar la película se desvanecía, al toque, mi enardecimiento. Ya no había risas,  cada uno iba por su lado  preocupado de llegar y dar las explicaciones en casa si fuera necesario.

Temía  en mis fueros internos que algún conocido me hubiese visto salir del cine a hora de colegio y le contase a mamá - el cine estaba  cerca al centro de trabajo de mis padres - por lo que  era posible un vecino me reconociera. Pero no me pasó nada  aquellas veces.

Me volví adicto a ver las pocas películas de Isabel que llegaron al país  No recuerdo que haya venido al Perú. Sus películas, antes,  permitida para mayores de  21 años  -21, mayoría de edad y no 18 como ahora-  en las salas de estrenos, tenía que esperar a que llegara a las plateas de mi barrio como el cine Mundo para intentar verlas, muchas veces, recortadas las escenas más picantes . O, ir al estreno, donde, seguro, las pasaban íntegras,  camuflado con  casaca ancha,  chalina y gorra  para que no me impidieran entrar. A mis catorce o quince años (había alcanzado toda mi estatura y era flaco) juntaba mis propinas para un sábado por la tarde  porque el tío de Cara` e chancho ya no nos daba boletos cuando las películas eran  taquilleras como la de Sarli.
                                                                  *

Me apuro por llegar a mi cuarto y volverla a ver después de cuchucientos años pero por algo que no me explico, no es igual. Así como las canciones de Gustavo Hit Moreno que escucho –de casualidad-  ahora, no es igual, cuando la oí por primera vez.

sábado, 27 de febrero de 2016

El primer desnudo del cine argentino: Isabel Sarli (La Coca)


El trueno entre las hojas fue estrenada en 1958 pero ya durante su rodaje –iniciado un año antes– había comenzado a tejerse el mito Sarli. Isabel viajó a filmar a Misiones? con su madre, la primera en poner el grito en el cielo cuando Bo sugirió filmar el primer desnudo real del cine argentino. “El de Olga Zubarry en La Casa del Angel fue trucado”, aclara el periodista de la farándula Néstor Romano en Isabel Sarli al desnudo.
Cuenta la leyenda que Bó le aseguró a la actriz que iba a filmarla de lejos y que casi no se la vería y que hasta la hizo asomarse por el ojo de la cámara para que lo comprobara por sí misma. Eligieron un lago alejado, dejaron a María Elena en el campamento y para envalentonar a la Coca, Bó le dio whisky en una cantimplora. Y ella que –asegura- nunca había bebido se mareó al instante. El mito detrás de bambalinas.
–Anda sacándote la ropa –le dijo Armando e Isabel sintió que le temblaba todo el cuerpo.
–Metete al agua, Coca– le ordenó mientras, detrás de cámara, se deleitaba por las imágenes que le anticipaban la gloria.
En la privada le mostraron a Isabel la película cortada recién la vio entera en el estreno y ahí pasó lo del cenicero. Cuando descubrí la mentira me enojé tanto que le rompí el escritorio de vidrio con un cenicero, contó Sarli.


(Web)

viernes, 26 de febrero de 2016

Solo vives un día, hoy (Rev)



Para vivir de veras, debes vivir hoy,
La vida es corta y pasa pronto
 Y si no vives hoy
habrás perdido el día
No ensombrezcas tu espíritu
 con miedo y preocupaciones
 por el mañana
No cargues tu corazón
 con toda la miseria del ayer

¡Vivir hoy!
 Piensa complacido en lo bueno del ayer;
sueña también con cosas bellas,
que pueden venir mañana
Pero no te pierdas
en el ayer, ni en el mañana
¡Vive el hoy!

__
(Hoja pegada a una pizarra)

jueves, 25 de febrero de 2016

¡Qué lindo es hacer reír a una niña! _Rev


La combi va casi vacía. Por el espejo retrovisor, sobre la cabeza del chófer,  le noto preocupado por llenar su carro de servicio público.  Ve, que una persona en la vereda le llama para subir, entonces, el chófer pone  en reversa: y yo  digo, casi, en susurro:
-¡Este carro en vez de avanzar está retrocediendo!
 Una niña de seis años me oyó tal exabrupto  y se ríe de ello. Está el regazo de su madre  en el asiento de adelante.
Se ríe de mi preocupación que exagero para su beneplácito.
 Sube la persona,  y otra  pareja aparece por una esquina,  también le hacen gesto para que espere.  Nuevamente el chófer  maniobra otro retroceso, digo, ahora sí –adrede- para que la niña escuche:
- ¡Uf, así como vamos voy a regresar al paradero inicial!
 Y la niña ríe  despepitada.
 Y agrego, esta vez, cambiando  posición:
-¡Creo que mejor me doy la vuelta mirando hacia atrás!
 La niña se desvive riendo.  Llega a un punto que cualquier cosa que diga o haga le causa sonora risa.


¡Qué lindo es hacer reír a una niña!

miércoles, 24 de febrero de 2016

El hijo de comanche (Rev).


Camino por la vereda que me lleva  a mi tienda. Se me acerca, por atrás, ( me doy cuenta porque en La parada hay que caminar con un ojo atrás) un conocido, el flaco comanche, tan flaco como si fuera la mitad  que conocí . Apodo en honor- o deshonor-  a su padre que acuñó Alfredo, nuestro primer empleado.
  El papá, estibador, venía de su natal Huancavelica a trabajar en la cuadra,  adosado con una vincha a su cabello lacio y largo, cierta vez, dormido sobre una silleta, Alfredo le pegó una pluma a la vincha: ¡Pareces un comanche! le dijo cuando se despertó quedándose con el mote el viejo, y, sucesivamente, sus cuatro hijos que trabajaban también el mismo oficio.
-¡Qué tal! me dice, ahora, el hijo mayor de comanche  y después de unos preámbulos me pregunta por Solina.
- No sé nada de ella, le miento, reconociendo que él fue testigo del romance que tuve con ella hace varios años y qué, ahora,  se de ella por terceras personas:  una honorable señora casada con hijos  con hartas propiedades y un buen negocio.
-Yo la veo, insiste, ¿no quieres que le diga algo?
-¡Nooo, ya pasó!, le digo, gracias de todos modos
Caminamos un par de cuadras   y nos despedimos, y va cada uno por su rumbo
-¡Cuídate! le digo apuntando  su  salud resquebrajada
Y se despide con una sonrisa cadavérica.

 *
 Cuando despierto caigo  en cuenta que el hijo de comanche ha muerto hace muchos  años de tuberculosis; y yo ya no tengo tienda.

Últimamente estoy soñando con personas muertas…incluso, con Solina, muerta para mi.

martes, 23 de febrero de 2016

Carta del adiós



Cruzaré llorando el jardín húmedo del rocío
Cargando tu recuerdo, tu sonrisa, pensando en ti
Una luz que me alumbre, una voz que se impregna en mi oído,
un te quiero, tuyo
Una caricia que me endose  el viento y una pena: el adiós
Tu adiós mató mi ilusión, me hirió hondo y supura la herida,
pienso, no cicatrizará más
A pesar, no te guardo rencor, solo siento dolor
 Quise amar de verdad y pronto hallé la falsedad
Nunca volveré amar...
Me lo prometo firmemente
Aunque por ti hay aun en mi regazo harto  amor por ti
A pesar que mi corazón esté cubierto, no me doy cuenta, siento frío,
estoy desolada
¡Cómo hubiese querido  que me amaras, siquiera  la mitad de lo que te rindo!
¡Cómo quisiera que tus ojos no se hubieran encandilado por otra mujer!
¡Cómo quisiera saber, que será de mí, mañana, cuando tenga veinte años, por ejemplo!
¡Cómo quisiera que el tiempo volara y develará mi futuro!
Me dicen algunas amigas mayores: No tengo edad para  para amarte
¡Cómo, si el corazón me pesa de tanto quererte!
Me dicen que no debo salir contigo ¡Qué crueles son!
¡Cómo me impiden si eres la única persona que me comprendió
y con quién pasé los mejores momentos de mi vida!
Y luego de la consumación, recuerdo aquellas mañanas de intenso calor en nuestros jóvenes cuerpos, tendidos, entrelazados, vivíamos embelesados en nuestra cárcel de amor
Pero este orgullo maldito nos impide volver y nos impide seguir con miles de cosas bellas
Pero aun te quiero, aunque solo estoy sin ti
Pone atención al viento que entra por tu ventana alguna de estas noches y te diga:
Hay una niña-mujer  que no sabe vivir sin ti y está a punto de volverse loca ¡socórrela!
Es el invierno más grande que estoy viviendo No  se si alcanzaré ver de nuevo el sol
Si no me encuentras más, sino sabes más de mi o si te enteras de lo funesto
 Mira por el cuarto de tu ventana una noche clara y fresca entre la miríada de puntos en el cielo
Veras el racimo de estrellas que se asemejan más a mi
 La constelación que tenga más brío,  y, a pesar, te dará más mi luz
¡Que pena! Decidirte cambiar de casa, decidirte tener otra mujer en un barrio nuevo
A pesar, soy generosa: si la amas ruego a Dios que te ame también Amar es entregar la vida como  te he entregado
 No merece ocupar amor de otro hombre ese pequeño cubículo de mi pecho Estoy de luto
 Me gusta el vestido negro y en mi casa mis padres se preocupan por mí
¡Que se va hacer...! La suerte no está de mi lado Adiós, tuya  siempre.
*

Carta encontrado dentro de un  cuaderno viejo de mi sobrino dirigido a él por una compañera de su colegio – Y esto porque antes de ocupar este cuarto él vivió unos años allí y quedó olvidado una resma de cuadernos suyos-
 Hubiese sido interesante conocerla para que me dijera si fue su creación, o fue la suma de unos autores o  de dónde  la copió. Aunque no fuera de ella pero porque le gusta la lectura, le gusta escribir –bonita letra-  son calidades que mi sobrino debió valorar pero  la despreció.
De relancina, en mi familia ni en mi ascendencia  ni  descendencia no hay uno que le gusta la literatura, que le guste escribir ¡que triste sino!. Algunas veces en reuniones familiares leía un poema para la ocasión pero la chacota de mis sobrino se dejaba notar sobre todo de éste que decía , guaso, ya viene el tío con su testamento.




Difunta Correa



En nuestras provincias hay   hermosas celebraciones como la Difunta Correa, esa joven mujer que parte con su bebé en busca de su marido que ha caído prisionero. Ella cae muerta en el desierto pero, cuando la encuentran, los paisanos afirman que la criatura seguía mamando de ella.


Del libro La resistencia, Ernesto Sabato

lunes, 22 de febrero de 2016

¡Papá mis zapatos! (rev)




Amaranto, este domingo dejó todo recato
y le constriñó a su padre, sentado a la mesa:
-¡Papá mis zapatos! 
Dorangel  Sifuentes , su padre,
había terminado  desayunar
insufló  levantarse e  ir  a trabajar hasta el medio día
su hijo joven de quince  años espetó de nuevo:
-¡Papá mis zapatos! 
¡No tengo con que ir a la academia*!
Dorangel  botó el aire de sus pulmones
Se arrellanó de nuevo en el asiento
esperando que Amaranto  olvidara el asunto

-¡Papá mis zapatos! ¡Cómprame!
Dorangel ya había dado el dinero para la semana a su mujer
 y no tenía más
Solo tenía un resto del dueño de la empresa
que le había comisionado hacer pago de tributos
y  entregar los recibos  de la misma el lunes al mediodía

Quiso explicarle pero Dorangel estaba adusto y serio
La compra de sus zapatos  era  algo que posponía siempre
Pensó: Tomaría el dinero de la remesa y  después lo repondría
¡He ahí el asunto! ¡Cómo reponerlo si el destajo alcanzaba para el día!
Siguió pensando, dibujándose  todos los matices en su cara oblonga 
Dijo, por último:
-¡Vístete¡ ¡vamos a comprarlo!
-¿En serio?, preguntó Amaranto
 e hizo  alarde  de aligerarse, pero repitió:¿ En serio?
-¡En serio,  como dijo don Desiderio!
-¿Y, con qué va ha ir  a comprar, terció el mayor si no tiene zapatos?
-¡Descalzo!, apuró el pequeñin que veía televisión
Todos rieron


Dorangel  con su hijo en el micro rumbo al centro
juntos en el asiento
 Cayó en cuenta, era la primera vez que salían solos
¡Y eso, que ya estaba por ingresar a  la universidad!
-¿Que plaza es ésta? peguntó su hijo
-Dos de mayo
-¿Y esta avenida?
- Alfonso Ugarte
-¡Ah ya, Alfonso Ugarte!, remedó su hijo  dando a entender que lo había oído.   
-¿Y  esta otra plaza?
- Bolognesi
Dorangel  se preguntó  para sí:
¿Será posible  sea la primera vez que salga con mi hijo?
¡Maldito dinero! ¡Me hace falta hasta para sacar a pasearlos!
 Amaranto  al ver  preocupado a su padre,  dijo:
-Si es por la compra,  mejor, lo dejamos para otro día...
-¡No, hijo,  no! -mintió el padre, espero un poco  qué decir, y dijo.-

-Es que recordé en mi padre, paseando con él por aquí, niño yo, me perdí
-¡Haber, cuenta papá, cómo fue! inquirió Amaranto
 Y Dorangel y su hijo se enfrascaron en una conversación  sana y prodigiosa
Al terminar Dorangel  sentenció, para si:¡Al diablo con el dinero tomado!
¡A lo bailado nadie lo quita!  
__
*se preparaba para postular a la universidad



sábado, 20 de febrero de 2016

El renacido



The Revenant (El renacido) es una película sobre el drama de respirar:”mientras pueda jalar aire, pelea” le dice el protagonista Hugh glass (Leonardo di Caprio) a su hijo, “respira…sigue respirando”. La película misma es aire que entra y sale de la nariz. Se  escucha desde la primera escena ese ahínco respiratorio. El espectador se instala dentro de los pulmones de los personajes. Con el ir y venir del aire se escribe la puntuación de la película. El mundo brutal de los hombres encuentra respiro en la impasible serenidad, la aterradora indiferencia de la naturaleza. La pantalla se llena de amenazas para descargarse después en esa escena de quietud. ..
Después de perder el aliento al sentí en carne propia el caos del acoso y de la muerte que acecha, el remanso de la naturaleza, los hombres huyen y se cazan. Los árboles se columpian.  Los hombres se traicionan, la nieve cae. Los hombres odian, las piedras, los ríos , los animales se prestan de cuna.

De Jesús Silvia-Herzog Márquez


viernes, 19 de febrero de 2016

¡Qué lindo es hacer reír a una niña!



La combi va casi vacía. Por el espejo retrovisor, sobre la cabeza del chófer,  le noto preocupado por llenar su carro de servicio público.  Ve, que una persona en la vereda le llama para subir, entonces, el chófer pone  en reversa: y yo  digo, casi, en susurro:
-¡Este carro en vez de avanzar está retrocediendo!
 Una niña de seis años me oyó tal exabrupto  y se ríe de ello. Está al regazo de su madre, asiento adelante.
Se ríe de mi preocupación que exagero para su beneplácito.
Sube la persona,  y otra  pareja aparece por una esquina,  también le hacen aspavientos para que espere.  Nuevamente el chófer  maniobra otro retroceso, digo, ahora sí –adrede- para que la niña escuche:
- ¡Uf, así como vamos voy a regresar al paradero inicial!
 Y la niña ríe  despepitadamente.
 Y agrego, esta vez, cambiando  posición:
-¡Creo que mejor me doy la vuelta mirando hacia atrás!
 La niña se desvive riendo.  Llega a un punto que cualquier cosa que diga o haga le causa sonora risa.


¡Qué lindo es hacer reír a una niña!

jueves, 18 de febrero de 2016

Las torres del silencio / los Parsis


…Demasiado rica, demasiado pobre: el contraste de Bombay aturde…el coche se adentra en una calle que serpentea por una colina. Los caballos jadean al subir. Arriba hay cinco torres desde se divisa toda la ciudad. La vista es esplendida, aunque el lugar parece fuera de este mundo. El silencio se ve constantemente interrumpido por el aleteo de los buitres y le graznido de miles de cuervos. Son las torres del silencio, dónde los parsís * celebran sus ritos funerarios.. Los ingleses le cedieron una colina de Bombay para disponer sus muertos. Ellos no los entierran ni los queman, los colocan desnudos sobre losas de mármol en esas cinco torres. Los buitres y los cuervos se abalanzan sobre los cadáveres y los devoran en segundos, de manera que la muerte vuele a la vida. Los únicos que tiene derecho a manejar  los cadáveres son los “conductores de los muertos”, vestidos con un simple paño alrededor de la cintura, y provistos de un palo arrojan al mar  los huesos  y los restos que no han sido devorados. Es un lugar que atrae a los extranjeros por sus vistas espectaculares y quizás también por una especie de curiosidad morbosa…
__
Del libro Pasión India de Javier Moro

*Los parsis son los miembros de una comunidad de religión parsi ozoroástrica que habitan en el oeste de la India, especialmente en la ciudad de Bombay. Descienden de los persas que emigraron a la India a mediados del siglo VII para escapar a la persecución religiosa de los invasores musulmanes.
Según el censo indio de 2001, en esa fecha habitaban en la India 69 901 parsis. En Pakistán son unos 5000. El número de parsis en el mundo se estima en torno a 100 000. (wikipedia)


miércoles, 17 de febrero de 2016

El entorno (confesión de parte) / el oficio de escribir/ Rev /V16

El entorno

El problema para  el que acostumbra escribir puede ser el entorno inmediato, demás integrantes de la casa que no le comprenden. Generalmente el que despluma lápices  quiere hacer su trabajo de incógnito y no necesita a nadie más en su mesa, en su cuarto,  enclaustramiento que es supuesto por el entorno como ejercicio de vagancia o ser afecto a  pornografía o juegos por red porque tiene el cuarto cerrado y ya se generó tirria en la pareja. Malhadada vecindad  que presiona a sincerar en qué está trabajando.  (Yo no lo hago): Si dijese:¡Quiero ser escritor! ó ¡Me gusta escribir!  Esta revelación seríale  motivo de escarnio y burla que los anticuerpos buscaban. A partir de ahí cualquier desavenencia en casa se rompe por el lado débil, tiene la culpa o estamos apretados por  el que se cree escritor y que debería estar trabajando en algo más pragmático.

Pero como el oficio de escribir es generalmente  afición, devoción y no se tiene  reconocimiento alguno,  menos una paga,  -es como un palto que se siembra cuyo fruto, si es buena tierra, podría verse en varios años- irrumpe el bando contrario con la ironía : ¿Y,  cuando te llegará la fama?¿Y cuando ganaras un premio? Y con esa presión no se puede escribir.

En este país, diría mejor, en este barrio donde vivo los oficios  simples tiene mejor preferencia que estar lidiando en una mesa con papel y  pluma. El oficio de escribir no es como el gasfitero que hace su trabajo y trae  dinero a casa. Podría decir, en mi barrio, en cientos de casas a la redonda no  habrá más de dos o tres que escriban, por supuesto, no me refiero al joven que tiene una esporádica consunción en escribir  a su enamorada,  o al profesional en redactar documentos, contratos o litigios, o al graduado de profesor, no, sino aquel que como James  Salter dice “escribo lo que se y  lo que siento y de lo que he vivido que es autentico y genuino independientemente si guste o no”

Será por eso que muchos que luego fueron significativos escritores peruanos, en su juventud  fugaron del país. Mejor se escribe sobre el Perú fuera de el. En este país no se puede escribir solo por el gusto de escribir a no ser que te cierres en tu empeño o vivas solo. En mi casa de Las gardenias, a pesar que tengo hijos ingenieros y libros de obras de famosos autores de literatura nadie tenia el hábito de leer y de interpretar lo que el alma reclama. En esta casa donde estoy actualmente, igual, más bien, soterradamente, me sugieren  que visite  un psicólogo o psiquiatra: Yo lo hago –me   dice mi hermana como dándome confianza- y no quiere decir que estoy loca, ¿porque no puedes ir tú?

 Se molestan al igual que ella, su familia, cuando estoy  encerrado en mi cuarto  y no comparto oír su vano ego o acudir a su  eterna y mediocre cháchara y confraternidad aldeana.

Sin duda,  el oficio de escribir es  ser incomprendido.

Diez años más / el viejo barbado /ensayo

Diría que me queda diez años, a lo más, de lucidez, el resto, negrura de los teñidos más oscuros, vegetar un poco más, aquí y el infinito manto oscuro que espera allá. Un hombre viejo no quiere invertir en un negocio nuevo, lo poco que tiene lo cuida con acedo  pertinaz –de ahí proviene lo que antes mirando a los viejos tacaños no entendía-con la consecuencia  que de invertir  pueda derivar desde fracasar estrepitosamente, otra vez, o ,a lo sumo trabajar para pagar  empleados,  gastos generales , contribuciones al gobierno local y al gobierno central,  o estar expuesto    contingencias imprevistas que un negocio  acarrea.
Ahora peor, estar comprobando como mi rodilla cada vez tiene menos maniobrabilidad . Lo que menos quiero es enredarme en la viña florida del encanto sujeta cuando uno ocupa el cargo de gerente o administrador, ya lo sé, nos lleva al desencanto. Muy fácil es enfrentarse a un protervo que quiere suplementos pero ante aquel o aquella empresaria que subliminal nos enreda y nos saca una firma en nuestro perjuicio es más difícil que nuestra conciencia –ora a punto de caducar- se de cuenta.
Hoy, de por si,  me da sueño en el medio día ¿Cómo podría mantener  un negocio a no ser que los mismos empleados  aprovechen tal para expender sin factura?
Lo cierto es que para un pusilánime como yo-dirá mi hermana- todos los pretextos están a la orden del día, en la punta de mis labios. Pero no me convence.  Quiero escribir. Por eso  trato  minimizar mis gastos de mi escaso fondo y éste sea para lo inevitable pero no quiero reabrir un negocio.
Y quiero escribir ahora porque si calzo estos diez años en ello tal vez
Mis hijos, nietos, perciban que he vivido, que hay mucho testimonio de vida
Y si esto que estoy haciendo ahora lo haría a partir de los setenta y cinco creo que ya no  tendría la lucidez   ni fuerza en el pulso para ello.
Así como voy sintiendo los estragos ahora estoy seguro mi salud va ser más deplorable después.

Lleno el día visitando centros culturales de Lima, son mayormente gratis, o llevo algunos cursos, también gratis o con poco costo. Así quiero aprender fotografía, pintura,  idiomas, ( adaptados los cursos para personas mayores) y asistir a charlas de diversos temas que las hay;  y  llegar a casa a escribir en mi blog  las peripecias del día. Lo importante es llenar el día.



martes, 16 de febrero de 2016

Yesenia y la dimensión desconocida



Había dejado el bus interprovincial hacía como tres cuartos de hora.  Desde arriba  veía   el pueblo serrano de mi padre.  Llevaba mi mochila e iba solo, la segunda vez después que mi padre hubo fallecido.  Bajar al pueblo: daría unas  vueltas que poco a poco descendía.  Había un tramo directo, casi vertical, acopio de guijarros, balaustrada de piedras lajas.  Preferí  el camino manso, tendido, rodeando la hoyada ¿qué apuro? aun era temprano.
En eso oigo a mi espalda: ¡Chendo,  Chendo, don Chendito...!  Y se quiebra la voz. Era
la hija de David Vidal, mi amigo, el que tenía su  imprenta y me hacía las facturas

-¿No has visto a mi hijo, don Chendo? pregunta Yesenia
-¿Tu hijo?...  No entiendo. Lleva de la mano a un niño de cinco años
-Este no –aclara-, mi hijo de quince días recién nacido ¿No lo ha visto usted?
-No, respondo y me parece extraño:¿ Cómo puede descuidar una criatura de quince días?

Sorprendido  verle con un hijo de cinco años, cuando la conocí a Yesenia apenas  tenía catorce, más sorprendido aún, el extravió de su neonato de pocos días...
-No, no he visto, estoy seguro –repito-

Mientras conversamos, su niño se desprende de la mano y corre hacia el camino empinado y agreste de piedras. Yesenia le sigue  al niño  que baja las gradas y al ver mi parsimonia  me grita:
-¡Don Chendooo, voy adelantando, nos vemos en el pueblooo!
- ¡Yaaa -le digo- Me esperas en el portaaal!
Pronto  adelgaza su figura y se pierde entre los quiebres del camino.  Desciendo por el mismo lugar, crece mi curiosidad ¿Que hacía  Yesenia en lo alto del cerro?  Pregunta por su hijo,   yo ni sabía que se había casado   ¿Y qué es de su esposo? ¿Es de este pueblo?  Estamos a ocho horas de Lima –en carro-  ¿Qué hace aquí? ¿Me seguía en él?
¡Imposible! Me hubiese dado cuenta, Debí preguntarle por su mamá que era esposa de mi amigo David Vidal quien falleció y quedó viuda con cuatro niños menores siendo Yesenia la segunda. Tres mujercitas y un varón, el último,  agraciado de faz que parecía una hermana más.

Entonces, el diablo despertó en mí. Tengo aquí la casa de mi padre, vacía , le daría  posada a Yesenia siempre en cuando se quede esta noche en el pueblo, mañana, no importaría que siga buscando su hijo donde quiera. Mi plan, después de almorzar en la plaza iremos por la viña que rodea al pueblo. La vamos a pasar bien y que me responda las preguntas  mientras la consuelo.

Estoy en la portada. Hay unos cuantos mercaderes de artesanía y de productos lácteos en el portal del pueblo. Pasan  minutos,  medias horas, horas, y nada. No aparece el niño ni Yesenia.  Levantan sus enseres los  pequeños comerciantes y   quedo solo. El pueblo es pequeño apenas tiene una plaza , voy a buscarla.
 Ella es de cabellos rizados y tez blanca, lleva un niño de cinco años.  Nadie me da razón ¡Es imposible que no la hayan visto bajar del camino directo al portal?
O, será  que la he visto en  una dimensión desconocida.


lunes, 15 de febrero de 2016

En busca de la libertad



-¿Cómo va llevar esos niños hasta la frontera? ¿No quiere una chaperona que le ayude?¿No es peligroso, viajar, para usted y los niños?

[Inicios  de la Segunda guerra mundial cuando París era tomado por los alemanes y familias francesas trataban de huir a la libertad, Inglaterra, para lo cual tenían que viajar sorteando intercepciones de los alemanes hasta Brest para embarcarse]

-Pero dígame jovencita ¿por qué quiere ayudarnos?
-Es que yo conocí a su hijo
-Mi hijo murió en un bombardeo hace un año
-Lo sé, pero yo me iba a casar con él
-Nunca me lo dijo
-Habrá muchas cosas que no le dijo…seguramente como aquella vez…
-Qué cosa, cuente, quiero saber

-Íbamos en el salón del bus cierta vez cuando rozó casual a una señora que, se enfadó y no dejaba de increparle y por más disculpas que Efraín   daba la señora no entendía, seguía y seguía vociferando hasta que por fin… ¿sabe lo que hizo su hijo? Le tomó a la señora de sus mofletes y le dio un beso en cada uno.  Muac, muac.  Y la señora se calló.

(Secuencia de la película En busca de la libertad)


domingo, 14 de febrero de 2016

El borrachin (una triste historia de amor) Rev./V16



 El borrachín ha caído por tercera vez, recién han reparado en él. La gente que compra en los almacenes,  dueños y empleados de éstas, algunos transeúntes pasan riéndose cuando lo ven tratando levantarse para luego volverse a caer; a otros les da pena pero nada hacen.
El borrachín, talla un poco alto, decrépito, barbado se levanta otra vez, da unos pasos como si estuviera dibujando una S. Al menos no cae esta vez, se afirma  apoyándose al poste de luz  y se mantiene sostenido pero no erguido, un largo minuto. El asunto,  sus cachivaches está en una talega  en el piso, la vez anterior que intentó recogerlo le ganó el cuerpo y se cayó de bruces, de eso se reía la gente.
 Esta vez, un muchacho le ayudó al fardel y, aun más, le puso sobre la espalda para abreviar el trabajo, el borrachín aprieta con sus escasos dientes la  boca de la talega mientras se ajusta la correa  del pantalón y, en ese preciso momento, le da un acceso de tos,  abre la mandíbula y se le cae el atado y, por inercia,  cae de espalda que le hace sentarse y golpearse la nuca contra el poste de luz.
Algunos quieren ayudarle pero prefieren dejarle así porque se cae. En una de sus caídas se ha reventado el labio inferior y después de manar la sangre un momento se ha detenido  pero su cara es un sello ensangrentado.
Quiere volver a empinarse pero definitivamente  no puede, se echa en la vereda apoyando la nuca en el costal de cacharros  esperando se le pase  la embriaguez y continuar recogiendo botellas de plástico. Tiene abierto los ojos,  mira uno de los establecimientos y luego, al cielo,  le parece indiferente a él, ve las nubes corredizas ¿A dónde van, de quién huyen?, pregunta ¡quién no quisiera ser una! Causa –ahora-  ráfagas de aire en la calle, lleva puesto un saco roído, una camisa percudida por la sangre y suciedad.
Todos los curiosos vuelven a sus tarea y se olvidan del borrachín, además no es el primero  ni será  el último  chispo del día en esa zona, cerca a La Parada,* infestada de cantinas , por lo general, hay  ante un mercado de abastos grande  en cuyas calles aledañas como ésta hay también negocios de embalaje, acopio, agencias, expendio de mayor y diversos que le  dan una apariencia pujante y activa, sin embargo, hay  detalles desabridos  como el que nos ocupa.
La señora Solina Portocarrero, a  la risa  de sus empleados había salido al frontis de su negocio y ver de qué reían, vio la ultima caída del borrachín. No le causo risa estaba acostumbrada a ver esas escenas y le fastidiaba de alguna manera porque sus acreedores y amistades que le visitaban tenían que ver por fuerza  esa degradación del hombre. Había intentado cambiar de lugar su negocio a otro lugar de Lima presentable pero definitivamente el tipo de negocio que administraba estaba en La Parada. Había vuelto.

Es dueña del mejor  negocio de la zona: Cia Importadora Exportadora Soli-Mass. Solina volvió a su tarea, estaba apurada en cuadrar sus cuentas en una planilla adosada  a un tablero que llevaba en la mano porque  ya iba cerrar su negocio,  tenía que encontrarse con su marido en el centro para una firma notarial, justamente, uno de sus hijos había venido en el auto de la familia a recogerla y se había cuadrado frente al almacén.
En ese momento, suena el timbre de su celular, responde ella y se entera que está por llegar  un contenedor  de la aduana con fruta seca importada. Maldice en silencio aunque no es culpa del proveedor, mira la hora,  es menos de las cuatro de la tarde, hora de recibir y se molesta consigo misma no haberles  advertido a la proveedora para postergar el envío.

Pregunta por el celular ¿En cuántos minutos llegará al almacén? Por la línea  le dicen que está el camión frente a ella pero que  van dar la vuelta en U para cuadrar mejor el camión.  La señora Solina dice  a sus empleados: ¡Saquen ese borracho de la vereda, se va cuadrar el camión! ¡rápido! Y se mete a la antesala de su establecimiento y ordena a su otro hijo que está en la oficina  forme  una cuadrilla de hombres para descargar lo más rápido.
La señora Solina,  manos en jarras, calcula el tiempo que va demorar en descargar, piensa: Si el camión viene con sus propios estibadores, más los nuestros  entonces se podrá aligerar la descarga.  Por un momento quiere  dejar a sus hijos el negocio e irse en un taxi pero sus hijos son jóvenes, el que ha venido, el mayor, estudia arquitectura y no sabe nada del negocio y el otro, el de la oficina, aun tiene 22 años y es muy joven para quedarse con la responsabilidad de atender los estibadores que vienen de la aduana del Callao  para lo cual hay que ser  vivaz y cautos con ellos. ¡No ,me quedo! Determina.   Su marido, ya se había  adelantado, esperaría su llamada para explicarle .
Ensimismada en sus pensamientos, nota que el borracho estorbaba  el parqueo del camión que está por llegar. 
Esta gente, reniega Solina, refiriendo al borrachín,  debieran matarlos a todos,  dan mal aspecto a la ciudad ¿Para que están?¡ Para dar pena, nada mas!
Luego, recapacita,  asiste  los sábados  a una comunidad cristiana y no debería estar hablando así ¡Ay dios, dice, que estoy diciendo! Perdón, perdóname diosito Pero luego endereza su posición En realidad, esos borrachos son  escoria  ¿Que hacen? ¿Para qué sirven? ¡Quitan el pan de otros, y son tantos…!
Uno de los empleados que trataba botar al borracho  llega a la señora y le pregunta:
-Disculpe señora Solina
 -Si ¿qué pasa?
- ¿Su nombre completo es Solina Alcidia Portocarrero del Valle?
-Si… Y en un segundo Solina  quedó sorprendida, a nadie haba confiado su  segundo nombre Alcidia,  excepto  su familia cercana, además era su nombre de soltera.
-Si, repitió tibiamente, ¿Por qué?
-El borracho dice que le conoce a usted
-¿Qué? ¡Está loco! Yo no tengo ni un amigo menesteroso, espetó y se quedó extrañada cómo así el borracho sabía su nombre…
Solina se acercó a paso vacilante y curiosa a la explanada, frente a su almacén. El borracho ahora está sentado sobre la orilla de la vereda, Solina le mira acuciosa sin descubrirle, gira en torno a él y le es difícil desenmascararle tras enmarañada barba, más aun, con sangre coagulada en la ceja y cristalizada en el rostro,  tiene, además, la nariz algo torcida producto de una pelea o una caída anterior, no lo conoce y pregunta:
- ¿Tú me conoces?
El borracho no responde, asiente la cabeza.
No es tan viejo, deduce, en la frente no tiene arrugas formadas, a lo más debe tener 48 o 50 años, entonces, Solina recala en su labios, a pesar de estar lastimado de ingerir  licor son finos y largos; entonces el borracho  suplica con la mirada y el humo de sus ojos y pide que no le acucie  más y le olvide.
Y, Solina, al notar sus ojos, al oír su voz, le dicen algo más pero que no puede dar crédito aun . Entonces el borracho pronunció: ¡Alsi… Alsi…! (por Alcidia!)
A Solina se le cayó el mundo. Era él, pronunció su nombre, era él. Se le cayó el tablero, el celular y las piernas le flaquearon En un segundo su memoria rebobinó hechos tan distantes: Era  aquel hombre que había sido su primer hombre, aquel  por quién estuvo a punto de suicidarse cuando le descubrió  con otra mujer, aquél, con quien vislumbraba –de casarse- un porvenir mejor y, ella, aun, en ese tiempo, no se consideraba digna mujer de él ¡Oh dios mío, no puede ser! Dijo y repitió   excitada varias veces. Las piernas no le resistían y  se dejó vencer, se sentó a su lado, a la orilla de la vereda, fuera de sí, sumamente conmovida, lo abrazó,  mesó  su sucio cabello y gritaba: ¡Porqué, porqué dios mío! ¿Qué pasó…! –dijo su nombre- Llevó la cabeza del borrachín a su regazo y puso la suya sobre él y desparramó tal llanto que lavó la sangre adherida de  él. 

Se oyó decir que los hijos de Solina no lo pudieron separar.
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* esta narración corresponde al año 2011