martes, 16 de febrero de 2016

Yesenia y la dimensión desconocida



Había dejado el bus interprovincial hacía como tres cuartos de hora.  Desde arriba  veía   el pueblo serrano de mi padre.  Llevaba mi mochila e iba solo, la segunda vez después que mi padre hubo fallecido.  Bajar al pueblo: daría unas  vueltas que poco a poco descendía.  Había un tramo directo, casi vertical, acopio de guijarros, balaustrada de piedras lajas.  Preferí  el camino manso, tendido, rodeando la hoyada ¿qué apuro? aun era temprano.
En eso oigo a mi espalda: ¡Chendo,  Chendo, don Chendito...!  Y se quiebra la voz. Era
la hija de David Vidal, mi amigo, el que tenía su  imprenta y me hacía las facturas

-¿No has visto a mi hijo, don Chendo? pregunta Yesenia
-¿Tu hijo?...  No entiendo. Lleva de la mano a un niño de cinco años
-Este no –aclara-, mi hijo de quince días recién nacido ¿No lo ha visto usted?
-No, respondo y me parece extraño:¿ Cómo puede descuidar una criatura de quince días?

Sorprendido  verle con un hijo de cinco años, cuando la conocí a Yesenia apenas  tenía catorce, más sorprendido aún, el extravió de su neonato de pocos días...
-No, no he visto, estoy seguro –repito-

Mientras conversamos, su niño se desprende de la mano y corre hacia el camino empinado y agreste de piedras. Yesenia le sigue  al niño  que baja las gradas y al ver mi parsimonia  me grita:
-¡Don Chendooo, voy adelantando, nos vemos en el pueblooo!
- ¡Yaaa -le digo- Me esperas en el portaaal!
Pronto  adelgaza su figura y se pierde entre los quiebres del camino.  Desciendo por el mismo lugar, crece mi curiosidad ¿Que hacía  Yesenia en lo alto del cerro?  Pregunta por su hijo,   yo ni sabía que se había casado   ¿Y qué es de su esposo? ¿Es de este pueblo?  Estamos a ocho horas de Lima –en carro-  ¿Qué hace aquí? ¿Me seguía en él?
¡Imposible! Me hubiese dado cuenta, Debí preguntarle por su mamá que era esposa de mi amigo David Vidal quien falleció y quedó viuda con cuatro niños menores siendo Yesenia la segunda. Tres mujercitas y un varón, el último,  agraciado de faz que parecía una hermana más.

Entonces, el diablo despertó en mí. Tengo aquí la casa de mi padre, vacía , le daría  posada a Yesenia siempre en cuando se quede esta noche en el pueblo, mañana, no importaría que siga buscando su hijo donde quiera. Mi plan, después de almorzar en la plaza iremos por la viña que rodea al pueblo. La vamos a pasar bien y que me responda las preguntas  mientras la consuelo.

Estoy en la portada. Hay unos cuantos mercaderes de artesanía y de productos lácteos en el portal del pueblo. Pasan  minutos,  medias horas, horas, y nada. No aparece el niño ni Yesenia.  Levantan sus enseres los  pequeños comerciantes y   quedo solo. El pueblo es pequeño apenas tiene una plaza , voy a buscarla.
 Ella es de cabellos rizados y tez blanca, lleva un niño de cinco años.  Nadie me da razón ¡Es imposible que no la hayan visto bajar del camino directo al portal?
O, será  que la he visto en  una dimensión desconocida.


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