Aquella
mariposa nocturna amarrona da
Cuya
alas desplegadas parecía un mapa
Volaba
a hora indebida por la casa serrana
Que
le hizo inferir a mi hermana algo iba a pasar
Un
rato después su hija, Jazmín, adolescente aun, le dice
¡Mama,
voy a salir temprano a caminar con mis primas
por alrededor del pueblo!
A
la media hora volvió bañada de sangre cara y cuerpo
-¡Qué
pasó hija!
-¡No
sé mama, me vino por la nariz, así por así!
-¡No
hables y ten calma, no te asustes!
Le
inclinó un poco la cabeza y le echó agua sobre la nuca
Le detuvo
la hemorragia y la llevó a la única
posta del pueblo
donde le pusieron inyección y le administraron
suero.
Cuando
regresaron a la casa todo era un barullo
Mi
madre, abuela de Jazmín, se había resbalado
dislocado
el hombro y se quejaba de dolor
Tenía
un hombro hueco, vacío,- notó mi hermana-
¿Qué
hago…qué hago? –pensaba, sola ella con sus hijas-
Una
de las inquilinas de la casa, dijo:
¡Llámenla
a la Rumelia que entiende estas cosas!
-¿Y
a la posta?
-En
la posta no hay traumatólogo, le enviaran a Lima y va sufrir mucho
Fue
a llamar a la Rumelia, ésta le dijo:
-No
puedo, tengo que ir a misa
-¡Por
amor de dios, es mi madre yo sé que usted es la única!
-¿No
ve que ya estoy lista para ir a misa? ¡No
puedo!
Era
día central de la fiesta del pueblo y la
misa principal del año
Motivo
también por el cual mi hermana había llevado a mis padres
-Por
favor doña Rumelia, mi mamá está que llora de dolor
-No
puedo, tengo que ir a misa y ya estoy lista.
Entonces,
mi hermana saca un fajo de dinero, lo florea,
y le promete darle
Entonces
Rumelia meneó un poco y dijo:
-Voy
a ver
Y
la atendió y le hizo volver a su sitio el hombro a mamá
-Ahora
descansaras mamá, ya no salgas
Pero
mi madre sintiéndose mejor fue a escuchar la misa.
Terminado
, la hacen bajar con cuidado las gradas del atrio de la iglesia, justo al
frente donde hay un banco mi madre se sienta para poder observar la procesión
alrededor de la plaza
¡Y
la banca de madera se desploma al peso de mamá y se parte en dos!
Para
levantarla fue difícil habida cuenta del
hombro herido que no se le podía tocar.
Menos
mal no hubo mayores daños que lamentar, y regresaron a casa contando las
peripecias de la mañana.
Mi
padre, en el cortejo, regresaba a casa solo para beber algún refresco y volver
a la plaza para oír el discurso de orden
de las autoridades y observar la ceremonia del desfile patrio.
Abre
el grifo para refrescarse por el calor
serrano y la manivela del caño se desprende
disparada al aire junto a la eyección del agua que le moja todo el terno nuevo.
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