Gabriel Sotomarino antes de llegar a su casa desde el
paradero de llegada había cuatro cuadras
largas. Se le había hecho manía noctámbula en ese trayecto espulgar su suerte. Caminaba
lento para que cupiese en las cuatro cuadras analizar el acíbar diario de su vida. Cada día
tomaba un tópico diferente de su relación matrimonial y toda la temática tenían el mismo cariz de fondo oscuro. Se
había acostumbrado que esos diez minutos que empleaba en caminar era el preludio
de un encuentro forzoso con su mujer y la impregnación, una vez más, recibir el
desprecio de ella. Varias veces, a lo lejos, ella le veía llegar, ya sea porque
estaba regando el jardín en la frontera de la casa o porque estaba de compras
en la bodega vecina, entonces, exprofeso dejaba lo que hacía o se apuraba para ganar la puerta y cerrarla con cerrojo.
Otra mujer –pensó Gabriel- me esperaría, me daría un
beso que me contentaría, que aliviaría mi fatiga. Recogido en su cuarto, Gabriel, luego, de tocar varias veces la puerta y
alguno de sus hijos por conmiseración le abría subía a su cuarto con el amargor
a flor . Esto ya no lo soporto, dijo para sí.
Aparte de los malos tratos que me da me acabo de enterar, recordó, y
maquinalmente escribió en un cuaderno de
colegio de 50 hojas, por una amiga, me acabo de enterar que la vio a mi mujer
con otro hombre en una fiesta. Me dio tal seguridad que dudo sea invento.
< La vi, la vi, dijo Solina {y así Gabriel escribió
en su cuaderno} la vi en el recreo
Tagore. Estaba con su pantalón amarillo, un polo a rayas ¡cómo no lo voy a
conocer si la semana pasada me puso el alto una cuadra antes de tu trabajo
cuando yo iba a cobrarte de la mercadería que me debes! ¡Cómo me voy ha
confundir si, luego, al dila siguiente -yo no te dije nada, me irías a impedir
conversar con tu mujer- conversamos largamente
dos horas en una cita que habíamos
pactado y la hice comprender que entre tu y yo no había nada serio, que todo
era un amistad comercial debido a que hace años nos conocemos y lo mantenemos.
Gabriel Sotomarino había escrito algunas hojas de un cuaderno este manojo de
juncos ásperos que le rayaban el alma pero
no contó que esas hojas, fantasma de letra y palabras cayó en manos de Alania
que en su ausencia la leyó y escribió al
final del conjunto un agregado de su
puño y letra dirigido a Gabriel y el cuaderno puesto en la almohada como quita
sueño, y decía así:
< ¡Con que clase de placera e ignorante te metes!
¡Cómo dejas que una mequetrefe con mentalidad reducida te influya y tú te dejes
sobornar! ¡Si yo hubiera estado en tu lugar no me inclinaría a tener ese mal
gusto, tan deprimente! Por una mujer de esa calaña no me agacharía la cabeza, guarapera, que tienes por amante!
< Ahora sé que tú no me conoces y nunca te preocupaste
por conocerme. Me doy cuenta que esa mujeres baratas como la en cuestión, sin
atributo físico ni muestra alguna de cultura en su hablar sino que es una hipócrita
tremenda (aquellas mujeres que gesticulan mucho las comisuras de la boca
son mentirosas); que solo sabe hacer dinero
¡sabe dios con que recursos consigue mejores precios en la compra y cómo
engatusa a sus clientes! ¡A esa le haces caso, a esa le crees! Francamente,
Gabriel, me das mucha pena. Te creía con un criterio más amplio, te daba valor
y estaba orgullosa de haberme casado con una persona superior a mí.
< ¡Pero,
que error! ¡No sabes cuánto te odio a tí y a esa mujer que te cuenta que me vio
en tal recreo con otro! ¡Veo el veneno que hay en sus palabras! ¡Espero que no
te arrepientas nunca del paso que estas dando! ¡Hasta tu familia se atreve a
dudar de mí! Me gustaría que te hubiese enterado por tu propia iniciativa y
no dejarte influenciar por esa que te cuenta infamias.
<¡Pero… no sabes cuánto me arrepiente no haberte engañado! ¡Cuantas
veces tuve oportunidad por otro más guapo, con más dinero y todo lo mejor,
además tenía al escoger! Si no lo hice fue por mis hijos [esta parte está subrayado
dos veces] No cedí a esos ruegos por mis hijos, por ti, no, tú no vales la pena.
Antes, mucho antes te admiraba, eras el mejor hombre para mis jóvenes años pero
con el tiempo me di cuenta de tus debilidades, hasta esto último en que crees a
otra persona antes que a mí. Ahora me doy cuenta que siempre fue así. Creíste
en tu madre, en tu hermana, en Solina. Pero no tienes que amargarte por mí. Vive la vida, gózala, trata de ser feliz.
En el mundo todavía queda gente leal. Seguramente hay chicas y bonitas e inteligentes que tú
deberías escoger. Como lo recomendaron tus padres antes que te casaras conmigo.
Y lo noté desde el primer día que pisé tu casa que yo no era santa de su
devoción. O, pídele a tu mamá que tanto te defiende y lava la cabeza que te
busque una mujer así, y sé feliz ¡Pero no como esa porquería de Solina!
<¿Tú no te diste cuenta de mi silencio? ¿De mi
brusquedad al tratarte? Era porque tú siempre te escondías en tu cuarto o salías
a la calle cuando discutíamos y con eso solucionabas
todo. Pero saqué fuerza de flaqueza y me decidí a liberar esa serpiente que me roía interiormente
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