miércoles, 2 de abril de 2014

Alianza dominical



Renato Cisneros cuenta  su relación con su madre a propósito de una visita a su casa en que ambos, solos, disfrutan de un almuerzo y confidencias:
“…Cuando el nivel del vino ha descendido casi a la mitad, los temas mejoran considerablemente. De repente hablamos del pasado. Ya no como madre e hijo, sino como dos amigos que  se hubieran conocido 37 años atrás. Esto es lo que más disfruto  de los almuerzos a solas con ella: son citas en la que puedo ingresar a compartimentos sentimentales donde revolotean sus historias menos ventiladas. En los almuerzos grupales no surgiría jamás esta privacidad que da pie a las confesiones. Así, mientras cuenta pasajes sobre los que no recuerdo haberla oído hablar nunca antes, pasajes de la época  que no era mi madre sino una chica joven con sueños y miedos y fractura y prejuicios, de pronto el vinculo entre ambos muta, se transforma, evoluciona. Cuando tu madre te habla como mujer, sin capas de ternura umbilical, sin un rol, sin medirse, sin protegerte, haciéndote notario de secretos espontáneos, la relación entre ambos cambia para siempre. Ya nunca más serás solamente su hijo. Serás su confidente, el que sabe más sobre sus debilidades, sus errores, sus sueños acallados, sus malas decisiones, sus momentos  de luchas, de orgullo, de triunfo, de vergüenza. Una vez que eso sucede es imposible retroceder y verla únicamente como madre, esa  mirada se anuló. Ahora son cómplices, adultos y el futuro el peso de lo hablado habrá que cargarlo entre los dos…”

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