En Santiago de
Chile al día siguiente del arribo de Juan Pablo II acaecido en abril de 1987 se convirtió en el segundo jefe de estado (el primero fue el presidente
de Uruguay) que visitó a Pinochet en su residencia oficial…
Vengo en calidad de sacerdote –dijo el Papa- para
impartir la bendición de paz a esta casa (Palacio de la Moneda donde murió
Allende) y a todos los que en ella habitan. Cuando Pinochet invitó al Papa a
salir al balcón para recibir las
aclamaciones de una multitud pro-régimen
que había sido llevada en autobuses a la plaza desde la madrugada, Juan Pablo
II aceptó…
Pinochet utilizó en provecho propio la buena voluntad
del Papa. El 2 de abril, sin parpadear siquiera, ordenó a seiscientos soldados reprimir violentamente
una manifestación de doscientos cincuenta personas que
ocupaban como vivienda una parcela en un suburbio de Santiago. En el ataque,
los soldados asesinaron a un hombre de veintiséis años. Al día siguiente,
durante una misa papal en un parque de la capital, Pinochet ordenó una
intervención masivo con automóviles blindados, caperos y policías con gorras y
escudos, mangueras de agua y gas lacrimógeno para acallar a setecientos
manifestantes que gritaban consignas
contra la dictadura y arrojaban piedras contra las fuerzas del orden
estacionado en el perímetro del parque. Loa manifestantes que pertenecían al partido
de extrema izquierda MIR y a organizaciones de jóvenes disidentes aliadas
con el Partido Comunista Chileno, eran un minúscula fracción de los setecientos
mil devota presentes en la misa. Sin embargo, el general quería llamar la atención
sobre el hecho. La policía arremetió contra los manifestantes, que estaban
quemando neumáticos para protegerse, y embistió a la multitud de fieles. Debajo
del altar en donde el Papa oficiaba la misa, soldados en sus jeeps empezaron a
movilizarse en círculo. Los periodistas, peregrinos y sacerdotes que intentaron
bloquearlos terminaron arrollados y lesionados. Los vapores del gas lacrimógeno
llegaron incluso a altar, en donde Juan Pablo II con los ojos enrojecidos y la garganta ardiendo, se saltó secciones
enteras de su homilía sobre la reconciliación,
mientras su médico le daba agua y sal para contrarrestar el aire envenado. ¡El
amor es más fuerte que el odió!, grito Juan Pablo II, mientras en torno suyo
miles de espectadores aterrados
gritaban:¡Salven al Papa! Seiscientas personas resultaron heridas.
El presidente de la Conferencia Episcopal Chilena
expidió un comunicado en el que identificaban a la policía como víctima
principal del suceso y culpaba a los manifestantes que habían intentando evitar que los asistentes expresaran sus
creencias y que había ofendido al Papa….Cuando se le pidió su opinión al
monseñor Francisco Cox encargado de organizar el viaje del Papa sobre la muerte de Patricio Juica, el hombre
asesinado el día anterior, declaró: El Papa ha orado por él y lo lleva en su
corazón…
El Papa , sin embargo, como si le obsesionara el fantasma de un
revolución marxista, afirmó en su reunión
con los obispos: No debemos confundir la noble lucha
por la justicia , que es la expresión de respeto y amor por el hombre,
con un movimiento que ve la lucha de
clases como la única forma de eliminar las injusticias de clase que existen en
la sociedad…
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