sábado, 19 de abril de 2014

¡Adiós Gabo!


Cuando Gabriel García Márquez llegó a Cartagena procedente de Aracataca en busca de un porvenir, joven aun, sin dinero, pensaba pasar su primera noche en la vía pública,   se tendió a descansar en un banco pero fue descubierto por un policía que al verlo tan flaco y decaído lo llevó a comer algo antes de encerrarlo. Lo hizo por piedad, era mejor que pasara la noche en el calabozo que a la intemperie.
García Marques llegó al Perú una sola vez invitado por la UNI (Universidad de Ingeniería, donde después estudiarían dos de mis hijos) que da a la autopista que va al norte, por donde se va a mi casa de Las Gardenias.
Pienso, en particular, que no volvió más porque quedo herido en el alma por haber recibido un puñetazo de su mejor amigo: Mario Vargas Llosa en una sala de cine en Méjico (1976).

Mario, creo que debió pedirle disculpas antes que falleciera.
O si no hizo, ahora,  deslindar el motivo por cual le agredió  –sacarlo a luz por una sola vez- porque se han tejido muchas historias al respecto.

Para mí fue, y es, García Marques un referente, un  modelo para vivir, un modelo de ser consecuente con sus pensamientos.

¡Descansa en paz Gabo!

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