sábado, 26 de abril de 2014

El lector de Kafka



En un pasaje de la mejor entrevista que concedió a la televisión, García Márquez confesó a la cadena People and Arts, cuál había sido el origen de su vocación de escritor. Un día cuando era muy joven, recién llegado a la casa de un amigo en Bogotá, encontró un libro en los estantes y se sentó a leer. La primera frase lo dejó de una pieza: al despertar esa mañana, después de una noche de sueño intranquilo, Gregorio Samsa comprendió que se había convertido en un enorme  insecto. De pronto,García Marquéz comprendió que todo lo que su abuelo le había contado en Aracataca, todo lo que había vivido como estudiante de Derecho en Zipaquirá, su lecturas de los poetas piedracielistas (1), su pasión por Las Mil y una noches, encontraron un sentido. Cuando leí esa frase, dijo, pensé que si se puede hacer esto, entonces la literatura sí me interesa. La primera frase de de La Metamorfosis de Kafka, que se parece y no casualmente al inicio de Crónica de una muerte anunciada, abrió un universo. En Kafka, García Márquez encontraba algo parecido  a lo que había hecho su abuela Tranquilina Iguarán cuando vivía con ellos en la casa de Aracataca…Tías que penaban en el cuarto del fondo, niñas que se elevaban al cíelo, basiliscos que nacían de un huevo de avestruz e hijos con cola de cerdo: todos estos eran hechos normales y debían ser contados sin aspavientos.

Pero la razón por la que García Márquez va a ser leído siempre es sin duda su capacidad de hechizo, eso que Nabokov llamaba el don con el que un artista puede integrar la musicalidad de las palabras, a la dosificación de los hechos en una estructura. En palabra suya, pocos tocaban el violín como el don por la música  que puede comprobarse en los memorables pasajes iníciales de Cien años de soledad  estableció una marca en su lenguaje. Era un lenguaje adecuado a su gran tema, la idea del Caribe como una cultura que define a la América latina…

 (De la columna  del escritor peruano Alonso Cueto)

(1) Los piedracielistas son un grupo de poetas colombianos que tomaron su nombre de un libro de Juan Ramón Jiménez titulado Piedra y cielo. Son poetas que ejercieron su magisterio a partir de los años cincuentas.

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