viernes, 4 de abril de 2014

Atadito de oro

Tres hombres de campo reunidos   hacen una fogata para espantar el frio  en el canto del pueblo de tal forma que el frío no malogre la pronta cosecha de una pequeña huerta. Están en  Pausa, Ayacucho. Se le acerca un hombre a caballo a quién no conocen, moreno, al sonreír le refulge un par de dientes de oro. Este dice: Voy a Cora Cora. No conozco bien el camino ¿Alguien me puede acompañar? Le pagaré como un jornal.
Está cayendo la tarde, los tres vecinos le dicen que el camino  es bueno  y puede ir solo pero le  sugieren que se quede en Pausa porque pronto va anochecer  y que  mañana temprano puede reanudar, incluso-repiten- solo.    Acepta el foráneo cuando uno de los presentes  le ofrece su casa para pernoctar.
Luego, con el brío de la lumbre, sentados,  alrededor de la  fogata empiezan a parlar y es entretenida la conversa y   noticias que trae el foráneo. Pero por más que tratan de adivinar los tres paisanos el dejo al hablar del extraño no pueden descifrar de qué pueblo es. Con el ron y la fogata   les calienta cuerpo y espíritu a los cuatro. El ron hace ágil  la lengua y el foráneo, luego de hacer un pequeño mutis, aprieta su cinto y revela:
-El motivo por lo que voy a Cora Cora es, tengo un mapa  con una reseña de una pequeña fortuna pero no conozco estos parajes, necesito ir a Cora Cora para  buscar ayuda y hacer una pequeña excursión  al lugar y ver que de cierto hay (En los tiempo de la colonia, se sabe, era frecuente que españoles que explotaron las minas de oro de Huancavelica,  Abancay y Huamanga por no dar parte al Virrey  de los hallazgos ocultaban ataditos de oro en algún paraje de la estepa serrana,  confeccionaban un  mapa con los nombres quechuas para regresar por su cuenta en otro día pero en muchos casos, por diversos motivos, no regresaron)
Y sobre las supuestas bondades del tesoro,  el plano que vieron y tocaron, sobre su veracidad, o no, transcurrió  buena parte de la noche hasta que cansado el cuerpo y  elucubrado  la mente por el licor fueron a la casa del hospedero y  se dispusieron a dormir.
Este anfitrión que proveyó la casa aprovecha que el hombre de diente de oro dormía para quitarle el plano del tesoro. Por la mañana  el foráneo se va  sin reparar en el plano y le acompañan, ahora, los tres paisanos de la velada anterior  y le desean suerte y le indican el camino a seguir y le recomiendan solamente no salir del camino real y llegará sin problema  a Cora Cora.
Acto seguido los impacientes paisanos con el plano  en  su poder acuerdan ir cuanto antes al paraje que conocen porque ellos saben el quechua. Era un cueva un poco lejos del pueblo Entraron los tres, dos se perdieron y sus cuerpos no fueron hallados y uno vivió para contarlo.
Se cree que el foráneo era el mismo diablo que salió de la cueva, ahora llamada  Cueva del Diablo, para tentar la  codicia del hombre. Incluso, luego, fueron otros vecinos de Pausa averiguar si algún foráneo había llegado con las nuevas pero nadie dio razón.


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