jueves, 17 de abril de 2014

Catalina Huanca


Ricardo Palma en su tradición  Los tesoros de Catalina Huanca  nos ha dejado la imagen mítica de una poderosa cacica del valle de Huancayo, poseedora de una increíble riqueza  que solía viajar a Lima en una litera de plata  acompañado por trescientos sirvientes. Era hija  del cacique Oto Apu  Alaya y solía repartir su fortuna entre los ayllus del valle del Mantaro, además de hacer costosas donaciónes religiosas en Lima: los azulejos para la construcción de la iglesia San Francisco de Lima, para  edificación del hospital  Santa Ana, levantado en terrenos de su propiedad.
Era tiempo del virrey marqués de Guadalcazar, 1725;  y se preguntaba Palma si  era acaso parte del  tesoro de los incas.
Nunca se supo el origen de su fortuna.
Mucho después, un seguidor de la tradición de Palma fue el general J. Alejandro Barco, integrante de la Junta de Gobierno de 1930, ministro de Sánchez Cerro que aseguraba que Catalina Huanca era la última depositaria de la fabulosa riqueza  inca oculta en el cercano  cerro San Bartolomé, en lo que hoy seria el  Cerro El Agustino  (donde estaba mi casa vieja)
Barco convenció al presidente de entonces para declarar propiedades estatales los cerros de Zarate y El Agustino para excavar  y rescatar los legendarios tesoros.
La búsqueda se realizó por varios meses sin resultado favorables y todo terminó  el 30 de abril de 1933 cuando Sánchez Cerro fue asesinado. Su sucesor Oscar Benavides  no quiso saber más de leyendas ni de tesoros ocultos.

  (Doy testimonio  de Barco porque cuando era niño  con mis amigos subíamos hasta las cuevas que eran  como ojos grandes en el antepecho desnudo  que daba a la  av Chosica -hoy Nicolás Ayllón-.   Hoy, todas esas cuevas de exploración están tapadas con  casas.)

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