Aquellas mujeres que hablan atropelladamente, que no
dan respiro para enlazar temas, aparte,
ni chance a su interlocutor, generalmente, no es que sepan mucho, más bien, carecen de ello y utilizan su berrear como autodefensa. De estas hay muchas en los programas
de farándula y de mediodía que con el
pretexto que el tiempo en la televisión
es oro hablan como cotorras cosas
insulsas, nimias o bizantinas. A veces por casualidad hay en el set un
personaje internacional que está de paso por el país y necesitamos escucharlo.
La casquivana en cuestión se devana en
presentarlo y no tiene pare que, al
final, no quepa tiempo para el entrevistado. ¿Qué comen? ¿Caldo de loros?
A pesar que el peruano lee como promedio ½ libro por
año, o sea no acaba el libro, otros países vecinos leen cinco o seis, España nueve…
A pesar, digo, la peruana no se queda callada aunque diga tonterías pero sigue hablando y es inútil hacerla callar.
Cuando vivía en
Las Gardenias y demoraba dos
horas el bus en llegar a mi trabajo varias veces me tocó viajar atrás de un par
de damiselas que sentadas adelante le daban el gusto a la lengua Quedaba
yo asombrado como hablaban, íntegramente las
dos horas, sin darse respiro para aquietar
la lengua Y pude ser testigo, en otra ocasión, que una abogada le impelió a otra mujer a que llevara su niña en su regazo y, así, cediera
el asiento a una persona mayor La aludida no aceptó y expuso sus razones y
se enfrascaron en un discusión sin remedio entonces es cuando la que exhortaba dijo su profesión y que se ajustaba al reglamento pero me parece que lo dijo con el fin de amilanarla pero, al contrario, la exacerbó ¡Dios mío! tuve que bajarme porque
seguían
dando cuerda a la falsa.
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