Diría que me falta diez años, a lo más, de lucidez, el
resto, negrura de los teñidos más oscuros, vegetar un poco más, aquí y lo
infinito espera allá. Ya no quiere invertir un hombre viejo en un negocio nuevo,
lo poco que tiene con la consecuencia
que de ello pueda derivar desde fracasar estrepitosamente, otra vez, o a
lo sumo trabajar para pagar empleados, gastos generales , contribuciones al gobierno
local y al gobierno central, y estar expuesto
a contingencias imprevistas que un negocio acarrea.
Ahora peor, estar contemplando como mi rodilla cada
vez tiene menos maniobrabilidad Lo que
menos quiero –algún prejuicioso no falta- es enredarme en la viña florida del
encanto sujeta, ya lo sé, al desencanto.
Hoy, de por si,
me da sueño en el día ¿Cómo podría mantener un negocio a no ser que los mismos empleados aprovechen una merca
la rapiñen cuando estoy dando mi siesta?
Lo cierto es
que para un pusilánime como yo-dirá mi hermana- todos los pretextos están a la
orden del día, en la punta de mis labios.
Y estoy muy susceptible compartir esa vista. Por eso trato minimizar
mis gastos de mi escaso fondo y éste sea para lo inevitable pero no quiero reabrir un negocio.
Pero lo que quiero decir es si allano diez años más de
labor a mi vida
Y me jubilo a partir de los setenta y picos mi salud
será más deplorable
y ya no me
sirva para lo que hoy aun puedo.
Lleno el día
visitando centros culturales de Lima que son mayormente gratis, o llevo algunos
cursos, también gratis o con poco costo. Así quiero aprender fotografía,
pintura, natación, idiomas, ( confeccionado los cursos para personas mayores) y
asistir a charlas de variopinto temas que las hay; y
llegar a casa a escribir en mi blog las peripecias del día. Lo importante es llenar el día.
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