Lo dejaron tendido en el suelo. Lo primero que hizo, erguiste rápido pero no pensó en seguirles con
el pantalón roto. Trató despercudirse del embarazo, cosa difícil ante la mirada de
los transeúntes,(en este país el prójimo ante un atropello de esa manera solo miran pero no intervienen en defender)
Después, es posible que un transeúnte se acerque y
pregunta Cuanto te sacaron (puede ser que el primero que se
acerca sea un encubierto de la gavilla que quiere saber el monto aproximado para que luego en la repartija no sea sorprendido
por sus misma fajina) Pero Andrés no sabe exactamente si es o no compinche Da
por insignificante la pérdida; piensa que así es menos embarazoso Casi nada, dice y el fisgón se va desalentado
diciendo Para
otra vez ten cuidado.
Piensa Andrés Lisiarte:
Hay unos que ante un atropello así no le importa como le dejan el pantalón y
reaccionan presto, aunque sin suerte, sigue a los rateros provistos de una piedra
que ha cogido al vuelo. Pero él no era así y reniega contra si mismo. Quisiera
encontrarse en un lugar donde nadie le viera en ese estado. Algunas mujeres que
venden ropa usada se ríen porque se le ve el calzoncillo percudido.
Estando en un lugar reservado, piensa Andrés Lisiarte,
trataría comprender el hecho: Es un
suceso, diría, hasta cierto punto normal
en una sociedad en que se vive y, sobre todo, en el lugar donde se bajó del
micro que tiene su fama, primera estación del tren eléctrico. Ha debido bajarse
dos cuadras más e ingresar al emporio Gamarra, al menos ahí, hay serenos,
aunque ello le significaría caminar un poco más.
Un molientero le llama y le dice Tengo hilo, aguja y le invita sentarse
en un banco
para que cosa su pantalón, si es que es
de su parecer. Andrés accede y le da gracias por el gesto. Y se pone a cocer a
puntadas largas. Me lo devuelve, dice,
sarcástico, el molientero Aquí hay muchos
que le pasan como a usted y necesitan
aguja e hilo
Andrés Lisiarte comprendió, para que se le crispe los puños de rabia tenia
que pasarle algo monumental, solo tener
el bolsillo roto y unos billetes
robados no era contundente; pero lo que le amargaba era que le habían escogido como punto.
Ya pasará... ya pasará esta desazón, dijo de mal humor.
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