Así que un día tomé al toro por las astas y peleamos
Y cuando lo tuve en el suelo y estaba por levantarse
Le di un golpe que lo recostó de nuevo al piso.
Sangrando por las comisuras de su labios, le dije:
¡Qué quieres carajo, si cuando niños harto jugábamos!
¿Por qué tendemos hoy a pelearnos por una mujer?
Solina se arrimó conmigo, ¡te la gané pues, te la gané y punto!
Además te di un buen sobregiro –aun tenia mi tienda-
¡Que más quieres carajo, Ya me tienes cojonudo!
En mi sueño regresé a mi casa, era más de media noche.
Noto que a la puerta de madera de la calle le falta una hoja.
Neandertal puede venir de noche armado, pienso,
y atacarme mientras duermo; un sudor frío me corroe
que me inquieta conseguir un paño para asegurar la puerta.
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