en vez de tender la ropa en el cordel
colgaba en los ganchos hojas de papel.
En cada una, una cita literaria
de su nieto
Y al caer la tarde mientras aun había
luz,
una a una leía recostado al muro que da a la calle
con vozarrón grito para que el
transeúnte oyera.
Algún grosero movía su dedo índice sobre su sien
Y el abuelo le respondía, ¡Cojudo abre tu seso!
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