lunes, 15 de septiembre de 2014

Breve historia de perros (de Marco Avilés)

...Una jauría de perros callejeros viven en una covacha oculta en un acantilado de Miraflores. Un día uno de los animales cae sobre la autopista que corre por debajo y muere. El cadáver  altera el tráfico. Para evitar nuevos accidentes, la policía rescata a los perros que quedan. Son una familia de cinco, incluido dos cachorros.

Piji (mi perro) y yo estamos en el auto cuando escuchamos la historia por la radio. El futuro de los animales es previsible: si nadie los adopta, los sacrificarán por el delito de intentar ser una familia de perros en un mundo de humanos. El reporte termina cuando llegamos a la playa. Vamos a correr un poco.

Las playas de Lima están cubiertas de desmonte, toneladas de tierra que la ciudad evacuó durante la última década, y que forman un paisaje desolado frente al mar. Una pandilla de perros emerge sobre aquel escenario. Un macho negro y cabezón comanda a tres colegas que lo siguen de lejos, entre los cuales hay una hembra preñada.

Piji, que es muy sociable, se acerca y huele el trasero del líder. El cabezón le muestra los dientes y gruñe  una declaración de guerra. Los secuaces se unen. Van atacar en grupo.

 Piji  baja la cola en señal de derrota. ¡Calato idiota –parece gritarle el cabezón- Eres esclavo de los humanos. Me das pena. Nosotros somos libres, miramos. Te voy  a pegar!

Sin pensarlo mucho, corro hacia ellos y gruño como un perro rabioso. Piji levanta la cola y se protege detrás de mi. El cabezón nos mira furioso durante unos segundos y luego se marcha junto a sus secuaces ladrando maldiciones. Puedo lanzarles piedras para reforzar mi victoria. Pero la playa es territorio  de aquellos perros. Piji  y yo somos los intrusos. El mundo no es justo. Los seres humanos no sabemos respetar la propiedad privada de los animales…

 

Marco Avilés/La República/Lima

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