Agustín Guzmán no pensó fugar sino que el día del
sismo de 7.9 grados escala Richter, el terremoto del 2007 había vencido el muro perimétrico que da a la playa, y los 683 reos, todos, habían fugado de la cárcel.
El movimiento fue tan fuerte que en el piso del patio central abrió un boquete y brotó agua del mar que inundó
de agua salada el penal que parecía un barco en naufragio. Se corrió la voz,
sin saber, por la ciudad de Chincha que todos los reos habían muerto, cuando en realidad
paseaban por sus calles.
No pagan luz, ni agua, ni alquiler. Pueden tener hasta
dos mujeres, la esposa y la amante, y turnarlas los días de visita. Si se enferman,
los llevan en ambulancia al hospital, ¿crees afuera van a tener todo eso? Dice
una técnica del penal.
Los 683 presos regresaron al penal a los pocos días.
Juan Lévano, el viejo celador, ha visto a muchos
entrar y salir de la prisión, una y otra vez, como si la libertad fuera para
ellos una anécdota, como si sus vidas debiera estar
en una prisión.
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