Ávila que iba a la cabeza de doscientos indios huarochiranos
no para hasta dar con la enorme caverna
de Chutinhuaque donde el dios Pariacaca dormía. Destruyó los frescos y pinturas
de color bermellón que representaban llamas preñadas y luego preguntó ¿Dónde están
la plata, los adornos y las vestimentas? Una vez recabadas éstas últimas hizo
prender fuego a las momias llevándose todas las demás pertenencias de valor. Ni
el frío que los tenía ateridos, ni la altura, el cansancio, detuvieron aquel brutal ultraje.
Destruyeron todo lo que había por destruir, dejaron sin peldaño los caminos,
rompieron a mazazos las piedras, derribaron las almenas que coronaban los riscos.
Enseguida se escuchó el ruido grande de un cañón que acabó con la entrada de
la cueva, la cual fue mandada tapiar a piedra y lodo.
Casi inmediatamente se oyó otro estruendo. Algunos hielos se desprendieron y un rumor sordo de la
tierra aterrorizó a los naturales. Una avalancha de nieve cayó desde lo alto.
No dudó que el Pariacaca, por ser tan célebre y universal, hiciera una postrera demostración
de su poder.Cuando los indios con Ávila llegaron de vuelta a la plaza de Sunicancha comenzaron las campana a repicar enloquecidamente ¡Nan Pariacaca, huañun ¡ ¡Ya murió Pariacaca , ya murió!
(pasaje del libro De Dioses y hombres de Huarochiri)
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