martes, 9 de septiembre de 2014

El amor propio


No hay más que dos amores, Señor: el amor a mi mismo, el amor a Ti y al prójimo.
Y cada vez que yo me amo es un poco menos de amor para Ti y los  demás, una fuga de amor, una pérdida de amor.
Pues el amor ha sido hecho para salir de mí y volar hacia los otros.
Cada vez que el amor retorna a mí se marchita, se pudre y muere.
El amor propio, Señor, es un veneno que absorbo cada día.
El amor propio se queda con la mejor porción y se guarda el mejor sitio.
El amor propio acaricia mis sentidos y roba el pan de la mesa de los otros.
El amor propio  habla mucho de mí y me hace sordo a la palabra de los demás.
El amor propio elige por su cuenta e impone lo elegido al amigo.
El amor propio me disfraza y me engalana, quiere hacerme brillar oscureciendo al prójimo.
El amor propio está lleno de compasión hacia mi y menosprecia el sentimiento ajeno
El amor propio encomia mis ideas e ignora las de los demás.
El amor propio  me encuentra virtuoso, me llama hombre de bien.
El amor propio me incita a ganar dinero y a gastarlo a mi gusto, a atesorarlo para el porvenir.
El amor propio me aconseja dar limosnitas para acallar mi conciencia y vivir en paz.
El amor propio me calza de charol y me sienta en la butaca.
El amor propio  está satisfecho de mi, me adormece gentilmente.
Y lo mas grave es que el amor a mi mismo es un amor robado, estaba destinado a los demás, ellos lo necesitaban para vivir, para crecer y yo lo he desviado y así mi amor va creciendo el sufrimiento.
Así el amor de los hombres hacia si mismo crea la miseria humana, todas las miserias humanas, todos lo dolores humanos.

Quoist, Oraciones para rezar por la calle

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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