Vengo en
calidad de sacerdote –dijo el Papa- para
impartir la bendición de paz a esta casa (Palacio de la Moneda donde murió
Allende) y a todos los que en ella
habitan. Cuando Pinochet invitó al Papa a salir al balcón para recibir las aclamaciones de una multitud pro-régimen que había sido
llevada en autobuses a la plaza desde la madrugada, Juan Pablo II, aceptó…
Pinochet utilizó en provecho propio la buena voluntad del
Papa. El 2 de abril, sin parpadear siquiera, ordenó a seiscientos soldados reprimir violentamente
una manifestación de doscientos cincuenta personas de vivienda que ocupaban una parcela en un
suburbio de Santiago. En el ataque, los soldados asesinaron a un hombre de veintiséis
años.Al día siguiente, durante una misa papal en un parque de la capital, Pinochet ordenó una intervención masiva con automóviles blindados, caperos y policías con gorras y escudos, mangueras de agua y gas lacrimógeno para acallar a setecientos manifestantes que gritaban consignas contra la dictadura y arrojaban piedras contra las fuerzas del orden estacionado en el perímetro del parque. Los manifestantes que pertenecían al partido de extrema izquierda MIR y a organizaciones de jóvenes disidentes aliadas con el Partido Comunista Chileno, eran una minúscula fracción de los setecientos mil devotos presentes en la misa. Sin embargo, el general quería llamar la atención sobre el hecho. La policía arremetió contra los manifestantes, que estaban quemando neumáticos para protegerse, y embistió a la multitud de fieles. Debajo del altar en donde el Papa oficiaba la misa, soldados en jeeps empezaron a movilizarse en círculo. Los periodistas, peregrinos y sacerdotes que intentaron bloquearlos terminaron arrollados y lesionados. Los vapores del gas lacrimógeno llegaron incluso a altar, en donde Juan Pablo II con los ojos enrojecidos y la garganta ardiendo, se saltó secciones enteras de su homilía sobre la reconciliación, mientras su médico le daba agua y sal para contrarrestar el aire envenado. ¡El amor es más fuerte que el odió!, gritó Juan Pablo II, mientras en torno suyo miles de espectadores aterrados gritaban:¡Salven al Papa! Seiscientos personas resultaron heridas.
El presidente de la Conferencia Episcopal Chilena expidió un
comunicado en el que identificaban a la policía como víctima principal del
suceso y culpaba a los manifestantes que habían intentando evitar que los asistentes expresaran sus
creencias y que había ofendido al Papa….Cuando se le pidió su opinión al monseñor
Francisco Cox encargado de organizar el viaje del Papa sobre la muerte de Patricio Juica, el hombre
asesinado el día anterior, declaró: El Papa ha orado por él y lo lleva en su
corazón…
El Papa, sin embargo, como si le obsesionara el fantasma de
una revolución marxista, afirmó en su reunión
con los obispos: No debemos confundir la noble lucha
por la justicia, que es la expresión de respeto y amor por el hombre,
con un movimiento que ve la lucha de
clases como la única forma de eliminar las injusticias de clase que existen en
la sociedad…
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