jueves, 11 de septiembre de 2014

El viaje del Papa a Chile

En Santiago  de Chile al día siguiente del arribo de Juan Pablo II acaecido en abril  de 1987 se convirtió en el segundo  jefe de estado (el primero fue el presidente de Uruguay) que visitó a Pinochet en su residencia oficial…

Vengo en calidad de sacerdote –dijo el Papa- para impartir la bendición de paz a esta casa (Palacio de la Moneda donde murió Allende) y a todos los que en ella habitan. Cuando Pinochet invitó al Papa a salir al balcón para recibir  las aclamaciones  de una multitud pro-régimen que había sido llevada en autobuses a la plaza desde la madrugada, Juan Pablo II, aceptó…
Pinochet utilizó en provecho propio la buena voluntad del Papa. El 2 de abril, sin parpadear siquiera, ordenó  a seiscientos soldados reprimir violentamente una manifestación de doscientos cincuenta personas  de vivienda que ocupaban una parcela en un suburbio de Santiago. En el ataque, los soldados asesinaron a un hombre de veintiséis años.

Al día siguiente, durante una misa papal en un parque de la capital, Pinochet ordenó una intervención masiva con automóviles blindados, caperos y policías con gorras y escudos, mangueras de agua y gas lacrimógeno para acallar a setecientos manifestantes que gritaban consignas  contra la dictadura y arrojaban piedras contra las fuerzas del orden estacionado en el perímetro del parque. Los manifestantes que pertenecían al partido de extrema izquierda MIR y a organizaciones de jóvenes disidentes  aliadas  con el Partido Comunista Chileno, eran una minúscula fracción de los setecientos mil devotos presentes en la misa. Sin embargo, el general quería llamar la atención sobre el hecho. La policía arremetió contra los manifestantes, que estaban quemando neumáticos para protegerse, y embistió a la multitud de fieles. Debajo del altar en donde el Papa oficiaba la misa, soldados en jeeps empezaron a movilizarse en círculo. Los periodistas, peregrinos y sacerdotes que intentaron bloquearlos terminaron arrollados y lesionados. Los vapores del gas lacrimógeno llegaron incluso a altar, en donde Juan Pablo II con los ojos enrojecidos  y la garganta ardiendo, se saltó secciones enteras  de su homilía sobre la reconciliación, mientras su médico le daba agua y sal para contrarrestar el aire envenado. ¡El amor es más fuerte que el odió!, gritó Juan Pablo II, mientras en torno suyo miles de espectadores  aterrados gritaban:¡Salven al Papa! Seiscientos personas resultaron heridas.

El presidente de la Conferencia Episcopal Chilena expidió un comunicado en el que identificaban a la policía como víctima principal del suceso y culpaba a los manifestantes que habían intentando  evitar que los asistentes expresaran sus creencias y que había ofendido al Papa….Cuando se le pidió su opinión al monseñor Francisco Cox encargado de organizar el viaje del Papa  sobre la muerte de Patricio Juica, el hombre asesinado el día anterior, declaró: El Papa ha orado por él y lo lleva en su corazón…

El Papa, sin embargo, como si le obsesionara el fantasma de una revolución marxista, afirmó en su reunión  con los obispos: No debemos confundir  la noble lucha  por la justicia, que es la expresión de respeto y amor por el hombre, con un movimiento que ve  la lucha de clases como la única forma de eliminar las injusticias de clase que existen en la sociedad…

 

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