¿Qué es la mujer? Qué es el amor? Refregué mi vida querer
saber sin conócerlo. Ayer nomas mientras
mis pasos caminaban y se cansaban
sin rumbo se detuvieron en un feria al costado del Parque de La Exposicion por
la música que, de dentro emanaba. Fui un curioso más de los que espectaban un escenario semicircular bajo el nivel del piso. En el tablado tres muchachas
casi desnudas bailaban una danza
típica de la selva peruana. Alrededor,
pequeños stands que venden miel de
abeja en potes, orfebrería, cuadros repujados de procedencia andina, pero más había puestos de comida típica, chicharronería,
chicha de jora…
Las bailarinas
y la música era un jale para llamar al gentío. Noté un espacio en las gradas de cemento donde me senté
en una posición inmejorable para estar cerca de las lindas muchachitas.
El animador aseguraba que eran nativas de un caserío cerca de Pucallpa pero no,
para mi, eran limeñas vestidas a la usanza tribal: una mantilla pequeñita debajo del omblligo, una faja angosta a manera de chumbe y atado a las corvas encima de las pantorillas muchas cuentas de chaquira.
Lima se ha convertido con la expansión urbanística en proliferación de complejos centros comerciales, tiendas por
departamentos, maills, boulevard y éstos tienen la
consigna de atraer público a
sus recintos para lo cual hay una competencia manifiesta en quién puede mostrar
mejores bailarinas, cantantes, showmans y atractivos diversos.
Y esta modalidad lo han copiado los mercados, restaurantes, ferias pequeñas y cualquier
chingana de Lima donde pululan bailarinas de toda calaña sin
patrocinio, sin resguardo de
ninguna entidad publica o privada que están
sujetos a abusos de seudo empresarios como la presente feria donde las
muchachas después de actuar se proveen de un bolsa y recorren las gradas afinando
su sensualidad pidiendo una colaboración monetaria al público que, estando tan
cerca de la saltarina joven sienten cerca su mejilla encendida, gotitas orlar sus sienes, su seno pletórico de
juventud y su pálpito, aun, por la fatiga de la danza
reciente.
No seria extraño comprobar que los organizadores de
la feria no le pagan, solo le dan la oportunidad de bailar en el tablado y que
ellas se agencien con las propinas.
Es imposible retraerse a su dulce demanda
estando tan cerca de ellas. Observé en
varios asistentes casi la besuqueaban
proponiéndoles, seguramente,
cosas repulsivas que ellas,
acostumbradas a oír, solo se
reían.
Haciendo estas observaciones oigo una voz de mujer –por la voz , madura- al costado que me dice, ¿Usted viene
por primera vez aquí? Yo impertérrito no di la vuelta pero seguí la conversación no dejando de mirar el
escenario donde , en el ínterin, se presentaba un payaso fungiendo de mago.
¿Acaso usted viene de provincia?, insistió la voz. Muy cerca
está la empresa transportes Civa.
- No, le dije.
Ahora sí la vi, era una treintona, ni fea ni bonita, tenía regular cuerpo
aunque su faz escondía, me parece, una vida lacerada de necesidad o de
alguna trama siniestra entre manos, no razoné más porque
agregué:
-Hice un trámite
por aquí cerca y al pasar y oír la
música recalé aquí para ver un rato las lindas chicas.
-Ellas son pucallpeñas, aclaró.
-No, que va, la contrarié, son de acá , fingen ser de
allá.
-No, son de Pucallpa,
yo las conozco, son mis amigas y si quieres…
No dejé que terminara la proposición, aduje que estaba
apurado y me despedí.
Soy una persona mayor, me fui de la feria pensando (no sin dar vuelta de vez en
cuando por si me seguían) ¿Qué puede querer de mí una mujer joven? Robar. Siendo ella señuelo, o en todo caso una infeliz que regala
caricias, directa ella misma, o por su merced implicar a una bailarina del tabladillo , a cambio de dinero. Yo ya no estoy para eso. Además no
tengo dinero. Si es ésta fulana un par de libras pero si seria con la linda danzante no
bajaría de cien.
Pero ¿si tuviera dinero pensaría igual? Me quedo
pensando un rato y no muy convencido reitero, si.
Pero lo que estoy seguro que esta sociedad, este
gobierno se olvida de la juventud que debe ser
el renuevo del país. Las
mujeres jóvenes a falta de trabajo formal, estable y siquiera
medianamente remunerado se inclina prodigar sus mejores años en bailar, modelar caratulas, volantear
afiches, meseras por paga miserable
y en algún momento se casaran , tal vez,
con uno de ese entorno.
Pregunto ¿cuál es el valor moral que cultivan en
su juventud para prodigar a su nueva
familia donde involucraría a los hijos si no es solamente modelar o bailar?