Cuando tuve una corta bonanza en mi tienda donde el
dinero ingresaba por fardos –exagero ¡claro!- me hubiese dedicado , aparte de
llevar mi negocio, en comprar inmuebles
como casonas viejas a precio de terreno en zonas del centro de Lima en zonas donde recién
se estaba empezando a agrupar por
rubros de comercio, o servicio, la ciudad.
Por ejemplo, en calles transversales al jirón Washington (lo
digo porque estudié, por ahí, en el Ateneo Matemático para prepararme a la
universidad, y veía letreros de venta de casas contiguas) Y, luego, me entretengo en delirar, alquilaría los locales a empresarios en el
rubro de educación u otros oficios similares que hoy abundan por ese lugar.
También, por el jirón Ayacucho o Andahuaylas donde hoy
por pequeños stands pagan altos
alquileres.
O, por el jirón Ica donde el negocio es alquilar para
consultorios oftalmológicos o talleres de lentes a la medida.
O, haber comprado inmuebles en inmediaciones de cualquier hospital público
donde alquilar para boticas. O, en inmediaciones de cualquier universidad para
alquilar como fotocopiadoras, librería o cabinas de internet.
Hoy, estaría viviendo de mis rentas como es usual
decir a los mayores.
Por un corto periodo de tiempo me llegaba el dinero a
montones que no podía terminar de contarlo en el día.
Estoy hablando de los años 78 al 85. Pero no lo hice, Los
terrenos estaban baratos. O no tan baratos pero comprometerse en pagar a plazos
y con la inflación que sucedió en el primer gobierno de Alan García era para
aprovecharlo. Ahora han subido
estratosféricamente Podía haber usado -me entretengo en delirar- el canal bancario que me rogaban para prestarme dinero pero no lo hice porque me bastaba usar mi propio dinero o el crédito en mercadería de mis proveedores.
Pensaba, tontamente, que iba a ser bueno el negocio siempre.
Ahora me hago el loco para no pagar el pasaje en el
micro y me sirva ese par de soles para tomar un café.
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