Al comienzo yo no sabía esas cosas pero pronto me di
cuenta de sus exageradas aprensiones. Me
pesaba los testículos al salir de la
casa y lo contrastaba al volver y argüía con mucha convicción que lo había vaciado
en la vagina de otra mujer.
O si no, cuando
llegaba de la calle me paraba tras la puerta, ingresando, me bajaba la bragueta
y me olía la trusa para saber si había estado con otra mujer.
A veces, a las tres de la madrugada se sentaba al
borde de la cama, pensativa, sacando cuentas. Si le preguntaba, ¿Qué sucede? Me exhortaba sincerarme:
¿Qué hacía a las tres de la tarde cuando me llamó por teléfono?Había lupas en los cajones de su cómoda.
Cuando me pedía sexo tenía que darle si no era, para ella, indicio que estaba con otra y salía del cuarto y volvía con agua fría y me echaba.
Los sábados por la noche me daba somníferos para no salir a jugar con mis amigos una pichanguita el domingo por la mañana y estar con ella en la cama .
-Pero, ¿no te cansó todo aquello?-pregunta el viejo
barbado-.
-Cierta vez, me cansé del agobiante celo, quise irme
de la casa, llamé un taxi y ella se tiró delante del auto para que me bajase
del carro diciendo que ya no me iba a celar.Y ahí comprobé, cuando regresamos al cuarto, que mujeres así haciendo sexo son como ninguna, enganchan bien. Más tarde hice otro intento zafarme pero el sexo que me daba otra mujer no tenia punto de comparación con el que me hacía mi ex, prefería volver con mi celosa.
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