domingo, 3 de agosto de 2014

Juan Manuel Fangio y la formula I


La fórmula I nació justo con la mitad del siglo XX. Durante su primera década de existencia  tuvo un rey indiscutible, el argentino Juan Manuel Fangio. Fue campeón del mundo en cinco oportunidades, cuatro de ellas consecutivas.

Fangio nació el 24 de junio de 1911 en Balcarce, pequeña localidad cercana a Buenos Aires. Cuando tenía once años empieza a trabajar en un taller del preparador Viggiano  quién pasado unos años le ofreció un viejo Ford modelo T para tomar parte en su primera carrera.

La suerte le dio la espalda y tuvo que abandonar, sin embargo, reparó ese mismo coche y comenzó a participar en carreras pequeñas cerca de la ciudad. Se convenció que el Ford era demasiado viejo para ganar, decidió construirse el mismo un coche. En 1938 nacía el Fangio Especial, dotado de un motor V-8 con 85 CV con el que participó en algunas carreras de carácter internacional que se  desarrollaba en Argentina.

En 1948 reanudó las carrera tras la segunda guerra mundial al volante de un Chevrolet cuando su coche salió violentamente de la pista y a consecuencia del golpe murió su copiloto,  desde entonces Fangio juró no volver a  correr en compañía de nadie.

Se fue a Europa, y el 18 de julio de 1948 debutó en la formula I en el gran premio del automóvil club de Francia al volante de un Simca.

En el año 1950 con el campeonato de Monza,  Italia,  casi en el bolsillo, tuvo que retirarse  en la última carrera por una avería.

El 1954, el 55 ,56 y el 57 Fangio gana la formula I a bordo de un Maserati, Mercedes, Ferrari y Maserati respectivamente.

Un piloto oficial de escudería tiene a su disposición un numeroso equipo de colaboradores formado por el director técnico, el jefe mecánico, un responsable del coche, uno o dos mecánicos, un especialista en la caja de cambio  y varios técnicos encargados de los neumáticos y un equipo de cronometraje.

Según las estadísticas un corredor de formula I tiene una accidente cada once pruebas y uno de cada tres accidentes le costará la vida.

El permanente riesgo de muerte que rodea cualquier carrera de fórmula I ha envuelto a los pilotos en una leyenda a veces incómoda. El riesgo que supone conducir un monoplaza a más de 250 kilómetros por hora  es un peligro que acepta quién decide dedicarse a las carreras pero ello no supone que deban olvidarse las medidas de seguridad que pudiera paliar el monótono rito de accidentes. La asociación de pilotos profesionales mantiene desde hace años una permanente lucha sobre esta cuestión con los fabricantes y organizadores a los que acusan de diseñar los automóviles y preparar los grandes premios sin tener nunca en cuenta la vida de los corredores.

En la actualidad un leve choque  suele provocar por la posición que se coloca el piloto, en la rotura  de sus piernas. Los constructores tratan de situar al piloto lo más cerca posible  de la  parte delantera para que su peso compense, en parte, el del motor situado detrás.

Aunque hay constructores de mucha valía como puede ser Colin Chapman con sus Lotus, Ken Yyrrell, Bruce Mc Laren, Jack Brahaman o Fran k Williams, hay que  tener en cuenta que no son lo que podríamos denominar constructores totales
 
Ellos diseñan el monoplaza pero no construyen partes esenciales  como el motor,  la caja de cambios, que suelen ser confiados a  Cosworth y Hewland. Solo algunos como Ferrari,  Alfa Romeo, Renault, Honda o BRM han pasado por el campeonato construyendo  el 100% de sus vehículos.

Un monoplaza puede participar siempre en cuando tenga un peso mínimo de 580 kilos incluidos todos los líquidos del vehículo, gasolina agua, aceite, frenos etc.

Los motores deben ser de 3.000 centímetros cúbicos  para alimentación atmosférica, o de 1.500 si la alimentación se hace asistida a un turbocompresor. La curva de las potencias se ha disparado  y los Ford Cosworth fueron los primeros en llegar a los 500 CV En la curva se desarrolla 200 kilómetros por hora.

 Además unas faldillas laterales que casi se arrastran por el suelo impide que circulen ráfagas de aire por debajo, sin embargo, cuando el coche se eleva por alguna circunstancia el efecto se pierde y el vehículo despega con la velocidad que desarrolla. Como le pasó al Ferrari de Gilles en el circuito  de Zeltweg en 1981 donde tras colisionar con otro coche voló literalmente hacia las alambradas muriendo el piloto.

La lista de muertos en entrenamientos y carreras es impresionante.
 
(referencia: revista de 1982)

No hay comentarios:

Publicar un comentario