Volvíamos del balneario de Ancón, al norte de Lima. Habíamos
ido a visitar a mis sobrinas, dos nenas lindas, cuando, luego, mi hermano que era
taxista regresaba a Lima. ¡Llévame, llévame!,
le dije, era su hermana menor y me senté atrás en su viejo Oldmosbile.
Saliendo de Ancón
el terreno era como un desierto -año sesenta- hasta Puente Piedra donde había chacras y algunas
casas Pero en la desolada pampa donde lo único civilizado era la pista marcado
como una cinta, cuando de pronto, sentimos un impacto, atropellamos a
una persona.¡Ay dios! , dije y me tapé la cara, entonces detuvimos el carro. Era mas o menos las 4 y 30 de la tarde. ¡Ay dios mío!, vi al hombre pegado como chicle en el parabrisas del auto pero ¡Dios mío! ¿Que cosa era eso?
No parecía un hombre, mi hermano abrió la puerta, salió y esa cosa se fue desintegrando hasta desaparecer.
Mi hermano otra vez abrió la puerta para entrar y dijo, No hay nada. No hemos atropellado a nadie y se sentó al timón y cerró la puerta.
Luego, esa cosa, apareció al lado de mi hermano en el asiento de copiloto pero no estaba sentado sino en el aire.
Nos quedamos petrificados. Yo atrás veía como una especie de mochila en su espalda puesto y como una especie de casco en su cabeza y en un momento cuando volvió hacia mi hermano una especie de dos rendijas que hacía de ojos.
Mi hermano le miraba pero ambos no decían nada. Una especie de imantación o campo eléctrico percibía entre ellos.
La cosa tenía una túnica o ropa de un blanco iridiscente y luego poco a poco se fue desintegrando y desapareciendo.
Luego de ese trance, después que pasara un buen rato y que la agitación y desconcierto de mi hermano y mío se recuperara me dijo que se comunicaron telepáticamente y me obligó que no dijera a nadie de lo ocurrido sino pulverizarían mi carro, mi casa.
Dijo también que la cosa no podía estar en la tierra mucho tiempo porque sino se moría y que adrede se había dejado atropellar para ver la reacción humana.
Mi hermano me volvió a rogar que no dijera a nadie, que guardara el secreto.
Además no nos entenderían. Y no lo contamos a nadie.
Pero pasaron los años. A mi no me hizo prometer nada esa cosa por eso ahora, muerto mi hermano, lo cuento a usted por la radio.
(Emisión radial)
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