lunes, 18 de agosto de 2014

Para limpiarse el…

Regresaba de la chacra a mi casa en el extremo del pueblo, estaba a poca distancia de él. Oía el estruendo de cohetes y repiques de la banda de música. ¿Qué pasa pregunté a mi vecino con quién venía y al oir, después de aclárarme, apuró su paso hasta dejarme: Llega un congresista de la capital y le están dando recibimiento en el canto del pueblo, había dicho.
Volvía al pueblo sin ningún interés por aquel congresista porque sé cómo son de simplones en Lima pero en los pueblos se creen la gran cosa. El canto  del pueblo es una  explanada donde se suele dar recibimiento/despedida a cajuelas de santos que visitan pueblos vecinos, comitivas deportivas que, ahí mismo se drigen a dar contienda, etc. pero para llegar a ella había que pasar por un desfiladero, camino corto, serpenteado y accidentado
Páralelo al camino estrecho corría, también, una sequia delgada pero el caso es que había porciones donde se perdía el camino pero  seguía el surco  de agua   entonces había que pisar la sequía sobre  piedras lajas, redondas o irregulares, para luego recuperar el camino más allá. Pero el asunto es que había que tener cuidado saber lo que se pisa.  Primero, pisar con un pie la piedra sin soltar el apoyo del otro pie, tantear que la piedra  esté fija y dar el paso, si la piedra es movible  y se da  el paso es posible que se resbale pie y cuerpo   y se vaya uno al abismo.
Pasando el mal paso el camino se abre nuestro corazón de alegría y alivio.
Lo primero que aparece dejando el desfiladero es una gruta de barro y techo de calamina con una urna donde cabe el santo patrón del pueblo, monolito al que se encomienda los paseantes antes de emprender el desafío.
Van apareciendo  tableros amplios de chacras debajo de la sequia, también corrales lo que nos dice que el pueblo está cerca.
Hacia abajo en el perímetro de  un corral veo un revoloteo desordenado de hojas de papel de cuaderno por el aire que sopla de la quebrada, parecía un concierto de palomas blancas por el trepide  de hojas como el aleteo de ellas, algunas llegan a posarse a mis pies -pensé en primer lugar, eran volantes alusivos a la llegada del congresista- levanto una hoja  y resulta que es mi letra, son  mis hojas escritas que vuelan, han sido desglosadas de mi cuaderno de apuntes por alguien que lo ha hurtado de mi gabinete y lo ha empleado para limpiarse...  el culo.
Por ese tiempo, no había aun red sanitaria ni  de alcantarillado en el pueblo  por lo cual la gente salía  a las  chacras y corrales circundantes hacer sus necesidades fisiológicas.

Esto que cuento es un sueño que he tenido pero ¿acaso me devela la verdad de mi afán por escribir que, todo lo que escribo es una porquería?

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