miércoles, 11 de septiembre de 2013

Tres traidores hace 40 años


Día 11 de setiembre de 1973. Ciudad: Santiago de Chile.
6:30 a.m.
Se ha sublevado la marinería. La escuadra norteamericana está en alta mar a la altura de Coquimbo.
6 camiones con tropas de la marina se dirigen desde Valparaíso hacia Santiago. Ninguno de los comandantes en jefe responde al teléfono de Allende. Solo los carabineros que protegen La Moneda.
7:15 a.m.
“Hay que acallar las radios de la oposición”, es la consigna de los partidarios de Allende pero éste no aprueba.
La aviación se dispone allanar los cordones industriales
“Vamos a La Moneda”: el auto del presidente va seguido de 3 autos escolta.
7:40 a.m.
Allende llega a  La Moneda , en su escritorio llama por teléfono pero no responden.
7:55 a.m.
Allende habla por la señal de radio Corporación
8:15
Segunda alocución de Allende por radio
Mientras  Allende hablaba por radio  el  edecán aéreo le llama por teléfono
8:30 a.m.
Comunicado de la Junta Militar de Gobierno de las Fuerzas Armadas y Carabineros,  firma Pinochet y otros miembros (a los firmantes de esta junta en agosto pasado el mismo Allende los había nombrado en sus respectivos puestos)
8:45 a.m.
3ª alocución por radio de Allende  sabiendo, ahora, que esta solo
De pie, la mano sobre la mesa de trabajo, repiqueteando los dedos, la mirada perdida…A  Allende se le escucha decir a media voz tres traidores, tres traidores…

Última alocución de Salvador Allende en "Radio Magallanes".
Santiago de Chile, 11 Septiembre 1973
Seguramente esta es la última oportunidad en que me pueda dirigir a ustedes. La Fuerza Aérea ha bombardeado las torres de Radio Portales y Radio Corporación.
Mis palabras no tienen amargura, sino decepción, y serán ellas el castigo moral para los que han traicionado el juramento que hicieron... soldados de Chile, comandantes en jefe titulares, el almirante Merino que se ha auto designado, más el señor Mendoza, general rastrero... que sólo ayer manifestara su fidelidad y lealtad al gobierno, también se ha nominado director general de Carabineros.
Ante estos hechos, sólo me cabe decirle a los trabajadores: ¡Yo no voy a renunciar! Colocado en un tránsito histórico, pagaré con mi vida la lealtad del pueblo. Y les digo que tengo la certeza de que la semilla que entregáramos a la conciencia digna de miles y miles de chilenos, no podrá ser segada definitivamente.
Tienen la fuerza, podrán avasallarnos, pero no se detienen los procesos sociales ni con el crimen... ni con la fuerza. La historia es nuestra y la hacen los pueblos.
Trabajadores de mi patria: Quiero agradecerles la lealtad que siempre tuvieron, la confianza que depositaron en un hombre que sólo fue intérprete de grandes anhelos de justicia, que empeñó su palabra en que respetaría la Constitución y la ley y así lo hizo. En este momento definitivo, el último en que yo pueda dirigirme a ustedes, quiero que aprovechen la lección. El capital foráneo, el imperialismo, unido a la reacción, creó el clima para que las Fuerzas Armadas rompieran su tradición, la que les enseñara Schneider y que reafirmara el comandante Araya, víctimas del mismo sector social que hoy estará en sus casas, esperando con mano ajena reconquistar el poder para seguir defendiendo sus granjerías y sus privilegios.
Me dirijo sobre todo, a la modesta mujer de nuestra tierra, a la campesina que creyó en nosotros; a la obrera que trabajó más, a la madre que supo de nuestra preocupación por los niños. Me dirijo a los profesionales de la patria, a los profesionales patriotas, a los que hace días estuvieron trabajando contra la sedición auspiciada por los Colegios profesionales, colegios de clase para defender también las ventajas que una sociedad capitalista da a unos pocos. Me dirijo a la juventud, a aquellos que cantaron, entregaron su alegría y su espíritu de lucha. Me dirijo al hombre de Chile, al obrero, al campesino, al intelectual, a aquellos que serán perseguidos... porque en nuestro país el fascismo ya estuvo hace muchas horas presente en los atentados terroristas, volando los puentes, cortando la línea férrea, destruyendo los oleoductos y los gasoductos, frente al silencio de los que tenían la obligación de proceder: estaban comprometidos. La historia los juzgará.
Seguramente Radio Magallanes será acallada y el metal tranquilo de mi voz no llegará a ustedes. No importa, lo seguirán oyendo. Siempre estaré junto a ustedes. Por lo menos, mi recuerdo será el de un hombre digno que fue leal a la lealtad de los trabajadores.
El pueblo debe defenderse, pero no sacrificarse. El pueblo no debe dejarse arrasar ni acribillar, pero tampoco puede humillarse.
Trabajadores de mi patria: Tengo fe en Chile y su destino. Superarán otros hombres este momento gris y amargo, donde la traición, pretende imponerse. Sigan ustedes, sabiendo, que mucho más temprano que tarde, de nuevo, abrirán las grandes alamedas por donde pase el hombre libre, para construir una sociedad mejor.
¡Viva Chile! ¡Viva el pueblo! ¡Vivan los trabajadores!
Estas son mis últimas palabras y tengo la certeza, de que mi sacrificio no será en vano. Tengo la certeza de que, por lo menos, habrá una lección moral que castigará la felonía, la cobardía y la traición.


No hay comentarios:

Publicar un comentario