lunes, 16 de septiembre de 2013

El condenado


“Mi primo había perdido un caballo en las alturas de Abancay, de los seis que fue a recoger  del pastizal. Al día siguiente, le comenta a su amigo la pérdida y éste, para su suerte, le dice que ha visto un caballo por la quebrada tal.
Era las 5 de la tarde y mi primo se aprovisiona de una linterna y no quiere esperar hasta el día siguiente y va en busca de su animal a la quebrada señalada que estaba a una hora del pueblo.
Llega al lugar, y en efecto, era su caballo, lo cabestra  y lo regresa jalando del ronzal.
Antes de llegar a un riachuelo, anochece del todo, la lámpara se le baja la pila y ya no alumbra, en eso, el caballo empieza  a relinchar  con tal fuerza que se desprende de su dueño y se pierde en la oscuridad Decide mi primo regresar al pueblo y dejar la tarea para el día siguiente.
 Pero al pisar el riachuelo siente sobre su espalda un peso que poco a poco y rápido se va haciendo enorme que le hace, literalmente, gatear por el riachuelo; aun así, cruza  dificultosamente y cuando pisa tierra seca se desvanece el peso y puede erguirse, asustado de lo que podía ser y sin darse el tiempo para investigar corre al pueblo ayudado por el luz de la luna…
Al llegar se lo cuenta a su amigo. Había en la casa un tío, anciano que al oír dijo: Menos mal no diste la vuelta  cuando te presionaba porque, si no,  te llevaba el condenado.
Mi primo, a partir de ello quedó  traumado. Nunca más estaba fuera de su casa después de la seis de la tarde”.


Adaptado de emisión de radio Capital. Lima, sábado y domingo 8pm

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