¡Qué tonta he sido! Pensé que después de muerta irías
a mi casa.
Preguntar por mí, hacerte el tonto que no sabías nada
a pesar que mi hermanastra fue a ti y te dio la noticia. Lo primero que pensé:
asistirás a mi velorio (Conocías mi casa
aunque nunca te dignaste entrar); luego pensé que irías al funeral ya que no asististe a mi agonía en el
hospital ¡Pero nada! Solo compraste un aparato floral y lo enviaste con la
portadora de la noticia. Pero, aun así, quedaba una opción
¡Qué tonta he sido! Pensé que después de muerta irías
a mi casa.
Pensé, al hacerte presente, mi madre te haría pasar a mi cuarto, a mi cuarto húmedo
por una tubería mal sellada cuya humedad
en la pared me fue empeorando los bronquios. No quería mi madre mandar repararlo
por los gastos que demandaba.
Por lo menos, encontrarías aun mi cama. Te sentarías
en ella donde elucubré dormir una noche contigo, cosa que no se dio.
Encontrarías mi mesita de noche, rebuscaras su
interior: cartas que te escribía en mis noches quejumbrosas y hallaras la única
foto que nos tomamos juntos un día por la plaza Castilla y lo tenía como reliquia;
Hallaras más
fotos mías, las que quise mandarte pero
no me atrevía.
Pero no, no fuiste. Pasaron los siete días que mi
madre mis cosas (Le decía mamá pero era hermana de mi madre que murió con papá en un accidente de
transito cuando tenia yo diez años) no
tocó y guardó el luto y lo hizo respetar en casa ya que mi hermano, el loco, estaba loco en realidad por ocuparlo cuanto
antes.
¡Qué tonta he sido! Pensé que después de muerta irías
a mi casa.
Muerta aun, me hace sufrir tus desplantes
Pero no, no fuiste, por lo tanto soy, doblemente muerta, una abajo, otra aquí, donde también soy despreciada.
¿Sabias acaso, los que fallecen con dignidad ingresan
luego de la puerta principal a otra pequeña que les lleva a la primavera
celestial, y, nosotras, las que no podemos ingresar a esta puerta pequeña volamos
en la perrera entre dos paredones sin
poder asentarnos en un sitio? Zeli.
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