martes, 24 de septiembre de 2013

La estatua viviente


En un baño público del distrito de Rímac, Wilson Harrison Quispe se unta  plateado el cuerpo para que sea uniforme a la ropa  en busca de impresionar a la gente y recaudar unos centavos para  parar la olla del día siguiente en  casa.
Cuando el maquillaje está completo busca  alrededor de la Plaza  Mayor una esquina concurrida,  sube sobre un banco público del sardinel pero antes coloca una alcancía al pie de su figura.   Toma harto aire a  sus pulmones y  se posa como  estatua inerte durante largos minutos.
Para algunos transeúntes le parece una estatua artística. Para el niño es una atracción y sus padres  le proveen una propina para  que el niño eche en la alcancía. Al suceder esto,  la estatua  cobra vida.   Hace una  venia de agradecimiento al niño y  a la vez  con un pito chifla estentórea mente para llamar  la atención a los paseantes Cuando  entrega  la moneda una joven que pasea con su enamorado,  por medio del pito,  hace gestos desvergonzados que hace reír a la concurrencia ; cuando la moneda es demasiado pequeña con el silbato hace ademanes de tacañería, en cambio, cuando es un billete de diez, por ejemplo, se despepita, siempre con el silbato, en gracias y bendiciones .
Luego, recupera su inmovilidad  hasta la próxima moneda.
Wilson Harrison    trabaja como estatua en el Cercado de Lima entre cuatro y cinco horas diarias.

Aunque, a veces, tiene que correr el hombre plateado con su caja de monedas cuando los serenos le quieren incautar por no tener permiso municipal.

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