En un baño público del distrito de Rímac, Wilson Harrison Quispe se unta plateado el cuerpo para que sea uniforme a la
ropa en busca de impresionar a la gente
y recaudar unos centavos para parar la olla del día siguiente en casa.
Cuando el maquillaje está completo busca alrededor de la Plaza Mayor una esquina concurrida, sube sobre un banco público del sardinel pero
antes coloca una alcancía al pie de su figura.
Toma harto aire a sus pulmones y se posa como estatua inerte durante largos minutos.
Para algunos transeúntes le parece una estatua artística.
Para el niño es una atracción y sus padres
le proveen una propina para que
el niño eche en la alcancía. Al suceder esto, la estatua cobra vida.
Hace una venia de agradecimiento
al niño y a la vez con un pito chifla estentórea mente para llamar
la atención a los paseantes Cuando entrega
la moneda una joven que pasea con su enamorado, por medio del pito, hace gestos desvergonzados que hace reír a la
concurrencia ; cuando la moneda es demasiado pequeña con el silbato hace ademanes
de tacañería, en cambio, cuando es un billete de diez, por ejemplo, se
despepita, siempre con el silbato, en gracias y bendiciones .
Luego, recupera su inmovilidad hasta la próxima moneda.
Wilson Harrison
trabaja como estatua en el
Cercado de Lima entre cuatro y cinco horas diarias.
Aunque, a veces, tiene que correr el hombre plateado
con su caja de monedas cuando los serenos le quieren incautar por no tener
permiso municipal.
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