No me voy ha olvidar la última mirada lastimera que
dio el vecino,
a su propiedad, desde la puerta de un taxi a punto de
ser metido en el.
Estaba malito
de salud, apoyado en brazos de su mujer
e hija salieron.
Luego de su postrer mirada lo embarcaron al hospital para no volver.
Ellas pensaron,
seguramente, un viaje más de las
varias que hicieron.
El diose cuenta
sería el último y esa aflicción se anidó
en su mirada.
Antes de entrar al taxi diose vuelta sobre su hombro y miró su edificio
que tanto le costó forjar (cuya tienda en el primer
piso alquilaba mamá)
En aquella
mirada dolida e inteligente sentenciaba un axioma de vida:
Nada se lleva,
todo queda, se vive poco de luz y se vuelve a lo oscuro.
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