La combi va
casi vacía. Por el espejo retrovisor sobre la cabeza del chófer noto que
está preocupado por llenar su carro de servicio público. Por el espejo
exterior derecho el conductor ve que una
persona en la vereda llama para subir,
entonces, el chófer pone en reversa: y
yo digo, casi, en susurro:
-¡Este carro en ves de avanzar está retrocediendo!
Una niña de
seis años, aproximadamente, me oyó en el regazo de su madre en el asiento de adelante. Se ríe de mi
preocupación. Sube la persona, y otra pareja, más distante, también hace gesto para que espere la combi. Nuevamente el chófer hace otro retroceso, digo ahora sí, adrede, para
que la niña escuche:
- ¡Uf, así como vamos voy a regresar al paradero
inicial!
Y la niña ríe despepitada. ¡Qué lindo es hacer reír a una
niña!
Y agrego, para
que se ría más:
-¡Creo que mejor me doy vuelta mirando hacia atrás porque
el carro sigue retrocediendo!
La niña se
desvive riendo. Llego a un punto que
cualquier cosa que diga o haga le causa sonora risa.
¡Qué lindo es hacer reír a una niña!
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