miércoles, 6 de marzo de 2013

¡Vamos al campo a recoger flores!


 ¡Vamos al campo a recoger florespara la casa! dijiste
(Para la mesa, para la urna del santo, para el jarrón de entrada y los ataderos del corredor en que nunca faltaban; y  me di cuenta desde que llegamos a  casa de sus padres, allá, en las estribaciones de los cerros azulados, en la provincia cercan a la costa.)
¡Vamos!  Respondí y fuimos muy cerca del pueblo para lo cual teníamos que ascender una pequeña loma pasando el puente, el río debajo de el,  y, una vez, arriba,   abrase un campo inclinado sembrado de esbeltos gladiolos rojos que contrastaban con el verde de sus tallos, y por la banda, a la orilla del tablero, claveles amarillos y azaleas
A campo traviesa te introdujiste en el manto de flores y me llamaste ¡Ven, entra, no tengas miedo! Y te reías llena de vida, de sol, de tierra virgen. Llena de futuro tus años jóvenes
 Un sol tibio desasía la mañana  Llevabas un sombrero fieltro flexible de alas grandes con una flor de tela prendido en su cinta
Una blusa blanca de encajes sin mangas mostraba la sinuosidad y blancura  de tus brazos desnudos que se extendía cogiendo las flores más pulposas...
Imagen grabada en mi retina y que se irán conmigo al paredón del acabamiento ¡Tan buena, tan solícita, tan llena de ilusiones, tan pan de dios! ¿Qué será de ella? Sin duda el hombre a quien escogió le será feliz
Yo era demasiado observador: Las tierras no eran de sus padres, eran alquiladas, cogían las flores para venderlas  al recolector y de  ellas obtenía un rédito miserable ¡Qué podía heredar ella y sus, tantos, hermanitos!...
Negrura viva, estoy pagando mi codicia

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