sábado, 9 de marzo de 2013

El tío Dyango


El tío Dyango solía llegar en la vespertina tarde a recoger la basura de la tienda que juntábamos en un latón  cada día y por ello le dábamos medio sol cuando era poco o un sol cuando era regular (el camión de municipio venía cuando quería, a veces, al mes un par de veces pero sí era puntual el municipio en cobrar los arbitrios)
Verlo diario pasando las cinco, con su sombrero  al estilo del personaje del western Dyango  con su cara bronceada,  barba crecida y desordenada que le tapaba buena parte de su tez, tenía , a pesar,  finos ángulo  su nariz y  labios  que indicaban  que debió ser simpático cuando joven pero  ahora  por su vejez triste su apariencia solo menguaba algo de él  cuando esbozaba  una  sonrisa, alguna ocurrencia.
Un día que yo  llevaba un poco de mercadería en una carreta, de esas  que se suele llevar cajas de  gaseosas, a un cliente que tenía su bodega como a diez cuadras de nuestra tienda  vi al tío Dyango sentado  sobre el sardinel de la berma central de una avenida de doble sentido
 Vigilando su ropa que, seguramente,  lavó ahí mismo pero que, ahora, estaba oreándose al sol. Vigilaba  sus prendas  no se lo llevara el viento
El tío Dyango , contextura delgada y mediana  estatura tenía el torso desnudo con su peculiar sombrero, su tez arrugada por los años como pasas de uva y,  estaba cociendo sus calcetines
La gente cruzaba  de un lado a otro por un pase peatonal y  no le perturbaba El tío Dyango cogió su radio a transistor portátil  pegándolo al oído hacía como que  cambiaba de estación Yo,  regresaba  con mi carreta vacía, al reconocerlo hice un alto y lo llamé ¡Tío Dyango,  tío Dyango!
 No me hizo caso Le volví a llamar con más fuerza,  tampoco me hizo caso Entonces seguí mi camino
Por la tarde se acerca El tío Dyango  con su sombrero a lo Dyango -valga la redundancia -  a recoger la basura y me pregunta  a pesar de  estar yo conversando con unas damas:
-Oiga, usted ¿no conoce a un trabajador de esta empresa que reparte mercadería por la primera cuadra de la avenida San Luis ?
-No, no  conozco, digo tratando zafarme rápido de él
-Es un gordito-detalla- un poco alto y usa una gorrita  parecido al que usted lleva
-No lo conozco, repito, un poco avergonzado por las damas que son conocidas de mi madre;   ordeno a mi sobrino  saque la lata de basura y le entregue
El tío Dyango  se ríe recibe su propina y se va
Pasado una  semana,  otra vez me toco repartir  cerca (eso lo hacíamos por evitar el gasto –en taxi- a la clientela y, así, nos prefirieran seguir comprando) y, luego, ex profeso, fui por la primera cuadra de la avenida San Luis
Ahora no le vi en la berma sino  pegado al largo muro del colegio y cerca a la puerta de inicial recibiendo la sombra por la inclemencia del sol del medio día, cerca a las madres que esperaban salieran  sus hijos menores
Verlo de lejos Parecía  encargado  llevar ropa sucia a la lavandería solo que los atavíos eran mugres y hasta pestilentes cuya mosca en el altozano  de su sombrero revolvían de gusto por lo negro de su faz y apariencia toda  parecía parte del montículo destinado al camión recolector, además, tenía una  olla ennegrecida-la calentaba seguramente   con leña que encontraba-, sentado sobre una pila de periódico viejo y botellas de propileno que juntaba para vender,  se dispuso a  raspar la sobra de la olla,  entonces ,sorprendía al transeúnte: ese bulto  tenia vida.
Dejé mi carreta, fui hacia él y le pregunté:
-¡Señor ¿no conoce a un viejito que acostumbra recoger basura en las tiendas de la calle tal a eso de  las cinco de la tarde?
-No, no conozco, dijo serio, azorado, porque las señoras estaba atenta a la conversación
 -¿Verdad que no conoce?, insistí
-Se ha confundido señor, agregó optando no reconocerme, serio y señalando con las cejas al grupo de señoras,  agregó:
-Y o soy guardián del colegio, las madres me preguntas como van sus hijos ¡Oye amigo, se ha confundido conmigo! 
Las señoras se ríen al escuchar Yo también
-Estamos a la par le digo y le doy una  palmadita en el hombro y me despido
El, serio, no se inmuta.
-Se confunde señor ¡vaya a preguntar a otro!
-¡Chau  tío Dyango! digo y me voy
Por la tarde viene y nos apuramos los dos a soltar primero:
-¿No ha visto usted  a…?
Y nos reímos los dos. 

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