El tío Dyango solía llegar en la vespertina tarde a
recoger la basura de la tienda que juntábamos en un latón cada día y por ello le dábamos medio sol
cuando era poco o un sol cuando era regular (el camión de municipio venía
cuando quería, a veces, al mes un par de veces pero sí era puntual el municipio
en cobrar los arbitrios)
Verlo diario pasando las cinco, con su sombrero al estilo del personaje del western Dyango con su cara bronceada, barba crecida y desordenada que le tapaba
buena parte de su tez, tenía , a pesar, finos ángulo su nariz y labios que indicaban que debió ser simpático cuando joven pero ahora por su vejez triste su apariencia solo menguaba
algo de él cuando esbozaba una sonrisa,
alguna ocurrencia.
Un día que yo llevaba un poco de mercadería en una carreta,
de esas que se suele llevar cajas de gaseosas, a un cliente que tenía su bodega
como a diez cuadras de nuestra tienda vi al tío Dyango sentado sobre el sardinel de la berma central de una avenida
de doble sentido
Vigilando su
ropa que, seguramente, lavó ahí mismo
pero que, ahora, estaba oreándose al sol. Vigilaba sus prendas no se lo llevara el viento
El tío Dyango , contextura delgada y mediana estatura tenía el torso desnudo con su
peculiar sombrero, su tez arrugada por los años como pasas de uva y, estaba cociendo sus calcetines
La gente cruzaba
de un lado a otro por un pase peatonal y no le perturbaba El tío Dyango cogió su radio
a transistor portátil pegándolo al oído hacía
como que cambiaba de estación Yo, regresaba con mi carreta vacía, al reconocerlo hice un
alto y lo llamé ¡Tío Dyango, tío Dyango!
No me hizo caso
Le volví a llamar con más fuerza, tampoco me hizo caso Entonces seguí mi camino
Por la tarde se acerca El
tío Dyango con su sombrero
a lo Dyango -valga la redundancia - a recoger
la basura y me pregunta a pesar de estar yo conversando con unas damas:
-Oiga, usted ¿no conoce a un trabajador de esta
empresa que reparte mercadería por la primera cuadra de la avenida San Luis ?
-No, no conozco,
digo tratando zafarme rápido de él
-Es un gordito-detalla- un poco alto y usa una gorrita
parecido al que usted lleva
-No lo conozco, repito, un poco avergonzado por las
damas que son conocidas de mi madre; ordeno a mi sobrino saque la lata de basura y le entregue
El tío Dyango se ríe recibe su propina y se va
Pasado una
semana, otra vez me toco repartir cerca (eso lo hacíamos por evitar el gasto
–en taxi- a la clientela y, así, nos prefirieran seguir comprando) y, luego, ex
profeso, fui por la primera cuadra de la avenida San Luis
Ahora no le vi en la berma sino pegado al largo muro del colegio y cerca a la
puerta de inicial recibiendo la sombra por la inclemencia del sol del medio día,
cerca a las madres que esperaban salieran sus hijos menores
Verlo de lejos Parecía encargado llevar ropa sucia a la lavandería solo que los
atavíos eran mugres y hasta pestilentes cuya mosca en el altozano de su sombrero revolvían de gusto por lo negro
de su faz y apariencia toda parecía parte
del montículo destinado al camión recolector, además, tenía una olla ennegrecida-la calentaba seguramente con
leña que encontraba-, sentado sobre una pila de periódico viejo y botellas de
propileno que juntaba para vender, se
dispuso a raspar la sobra de la olla, entonces ,sorprendía al transeúnte: ese bulto tenia vida.
Dejé mi carreta, fui hacia él y le pregunté:
-¡Señor ¿no conoce a un viejito que acostumbra recoger
basura en las tiendas de la calle tal a eso de las cinco de la tarde?
-No, no conozco, dijo serio, azorado, porque las señoras
estaba atenta a la conversación
-¿Verdad que no
conoce?, insistí
-Se ha confundido señor, agregó optando no reconocerme,
serio y señalando con las cejas al grupo de señoras, agregó:
-Y o soy guardián del colegio, las madres me preguntas
como van sus hijos ¡Oye amigo, se ha confundido conmigo!
Las señoras se ríen al escuchar Yo también
-Estamos a la par
le digo y le doy una palmadita en el
hombro y me despido
El, serio, no se inmuta.
-Se confunde señor ¡vaya a preguntar a otro!
-¡Chau tío
Dyango! digo y me voy
Por la tarde viene y nos apuramos los dos a soltar primero:
-¿No ha
visto usted a…?
Y nos reímos
los dos.
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