Cuando trabajaba en la tienda Nº3( ósea la última
etapa de mi periplo) en ésta, yo no era dueño sino era mi hermano menor quién
regentaba las inversiones de mi madre
Solía estar
como impulsador en la sección
ventas por lo que estaba más en contacto
con los clientes en el salón de la
tienda, de puerta a la calle, por lo que estaba enterado del paso de los
transeúntes
Así conocí de vista
a la mamá y la hija Bobadilla que abrazaditos del brazo cuchicheaban sus
asuntos en voz baja, a veces, con entusiasmo y otras con la severidad de la
madre que prodigaba, seguramente, buenos
consejos a su hija quinceañera. La madre también era joven, tendría un poco más de treinta años Era algo
trigueña y su hija de tez blanca Casi Siempre veía pasar a la mamá con un jean apretado aunado a sus zuecos le hacía
esbelta y mundificaba más su
lindo cuerpo Era común verla cubierta con un chalequito de hilo y un pañuelo al
cuello que la rejuvenecía y parecían hermanas
Su hija, poco a poco fue armonizando su cuerpo y también tuvo lo suyo: fruta madura como para coger.
Habían pasado tres años que trabajaba en esa tienda y era
como un relax verlas pasear tomadas del brazo a eso de las cinco de la tarde en que solían
ir a comprar el pan.
Nunca vi hombre
que les acompañara, bien al marido de la madre o al enamorado de la joven Siempre iban solitas y juntitas
Exaltaba esa pareja:¡Esa
es la forma que toda madre debe
aconsejar y abrir los ojos al mundo a su
joven hija, vale! Decía en silencio
Cuando pasaban por el frontis de la tienda -vivían en el piso superior del mismo edificio
que arrendábamos la tienda- tomaba mi visera con el fin de saludarlas pero pasaban tan enfrascados en su plática que no
me hacían caso
Hasta que se ausentaron varios meses, ya no les veía
pasar ¿Habrán ido a vivir a otro sitio? me
preguntaba
Después las volví
a ver, pero no pasaban juntas andaban separadas, primero la madre, adelante, y
después la hija, o viceversa.
Noté que la hija estaba embarazada como de cuatro
meses y, luego, para mi sorpresa, la madre –noté- ocultaba su regazo con la
bolsa de pan: ¡También estaba embarazada!
¡Caramba, que ha pasado aquí! exclamé Quise saber detalles
sobre algo que no me incumbía Mas aun si no había visto hombre alguno que las cortejara
El hermano, el estibador manual de la
cuadra viendo mi curiosidad me dijo a boca de jarro
“¡Son del mismo hombre! El diablo se metió en sus
vidas Eso les pasa por no oír la palabra
¡Yo, -continuó- cuántas veces le hablé a la madre sobre
las enseñanzas de la biblia! Somos vecinos en el edificio- aclaró- pero ¿acaso
me escuchaban? La madre, al descubrir a su nuevo pretendiente (un vecino del
mismo edifico) en su propia casa mantenía relaciones con su hija le denunció,
ahora el hombre está en la cárcel Mas luego, cuando dieron a luz ambas mujeres, mes y
medio de diferencia favor de la madre, la criatura de la joven murió por enredadas del cordón umbilical al neonato, con
una cesárea lograron salvar a la joven madre
Pero después, cuando ya estuvo recuperada la hija- continuó contando el evangélico- fue
al penal a seguir manteniendo idilio con el vecino preso llegando a embarazarse de nuevo. La madre al enterarse la botó de la casa
y la hija fue cobijada por la familia
del hombre en el mismo edificio”
Todo me entero
por el hermano, si bien, asiste sin faltar a su culto, no toma licor, no acude a las tragamonedas, aporta sin faltar
su diezmo pero es un chismoso sin
remedio.
La madre, ahora, sale a comprar el pan para el lonche halando
en un coche a su crio y le acompaña, su última
hija, una púber de trece años y, como antes, le parlotea, seguramente, los
problemas que le dio su hermana mayor
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