>Yo aposté para los que nada tenían, ni un techo
para vivir, aposté por la gente de campo
que venía (1960, adelante) a esta gran capital, Lima Para forjarse un mejor
porvenir y no ser tratado como ganado
>Los dirigentes tomamos las tierras y las
repartimos a precio simbólicos que nos permitieran realizar otras ocupaciones a
favor de los más pobres
No tuve codicia
ni avaricia
>Personalmente nunca comercialice terrenos
para mi beneficio propio, si hubiese sido así hoy sería dueño de muchas urbanizaciones
Como ve, señor periodista, éste es todo lo que tengo>
Su morada, en el cerro 7 de octubre (reportaje de El
Comercio, 13 de julio de 2003) que encabezara
su primera invasión Vive dentro de un choza sostenida por palos y maderos;
las paredes son de cartón y esteras; telas y manteles de plástico cubren parte
del techo; la puerta esta hecho de viejas calaminas.
“La lluvia está destruyendo mi vivienda”, dice
Ernesto Sánchez Silva, Poncho Negro de apelativo, el que dirigió más de 132 invasiones en
la década del sesenta, ahora, solo le acompaña 4 perros 2 gatos y la parca que
está por llegarle a los 96 años de edad. Decía”
“Cada peruano tiene derecho al menos a 160 metros
cuadrados aunque a veces esto cueste sangre, sudor y lágrimas”
Quiere regresar a Huacho, al norte de Lima, aunque le
han dicho que el lugar donde nació ahora
está convertido en un convento
“Pues, lo invadiré entonces” farfulló.
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