martes, 26 de marzo de 2013

El chapo


Chapo se llamaba el perro de la azotea vecina.  La primera ves que lo subieron a su techo estaba yo tendiendo mi ropa y me ladró mucho a pesar de la vecindad
Perro pequeño parecido a un terrier Pelo negro y espeso, y cojo de una pata
Su dueño, Cayomal, joven y haragán,  sin oficio ni beneficio conocido del barrio parece que lo había subido a su azotea para qué se muriera por  cojo.
Cada vez que subía yo a la azotea me ladraba hasta que dejó  de hacerlo comprendiendo  que no era  el culpable de su vida de perro.
Una vez le aventé unos huesos de la pollada que habíamos hecho y el animal, entonces, siempre, con la mirada triste de sus pequeños y guarecidos ojos en su revoltoso pelo me reclamaba, entonces, no se cómo pero me agenciaba de un huesito, de una cabeza de pollo, un pedazo de  hígado o cualquier sobra para calmar su hambre, a pesar que era pequeño
Una mañana le encontré en mi azotea Había saltado el pequeño muro que nos  dividía Le cogí de la nuca y lo regresé a su lugar Pero a los dos días de nuevo lo encontré en mi azotea A mi mujer y a mi hija no le gusta los perros en casa Odian a los perros, Son sucios –dicen- y nos roban las presas del plato. Rogué al Chapo que no  bajara por las escaleras, no le iban a recibir con agrado
A los pocos días, Cayomal me lo pidió y se lo entregué pero el Chapo volvió de nuevo por lo que Cayomal ya no hizo nada por reclamarlo
Pasaron unos meses cuando una noche que regresé de mi trabajo mi mujer asustada me cuenta que Cayomal  ha querido robar en nuestra casa, había traspuesto la medianera aprovechando que su perro no le ladraba y  ella estaba en la cocina (primer piso) Cayomal se había metido a las habitaciones del segundo piso y  había llenado en una mochila las cosas de valor de nuestros hijos
Y se detuvo mi mujer de contar
-¿Qué pasa? inquirí
- Vi que el Chapo le tenía mordido la manga del pantalón y no le soltaba
-¿Su propio perro?
-Si, su propio perro ¡increíble!
- ¡Y qué pasó!
Cayomal al verme- y yo ver la mochila con  nuestras cosas colgado en su hombro-  dijo, a la vez que soltaba la mochila:
-¡Perdóname vecinita, estoy borracho no se lo que hago!
Grité al Chapo y le soltó y  Cayomal se  fue saltando el cerco ¿Qué hacemos?
-Bueno-dije- nos quedaremos, definitivamente con su perro y hay que levantar más alto la medianera y ponerle púas.

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