Había ingresado al colegio CESAR VALLEJO en la cuadra
20 de Méjico aprovechando que estaba franqueado la puerta
a los padres para la matrícula de sus
hijos en el año lectivo que se avecina Había entrado a curiosear y
recordar.
Antes se llamaba Instituto Pedagógico Nacional, era escuela superior para los que seguían la carrera magisterial. Edificio de tres pisos en al frontera con varios pabellones en su interior, en medio, un patio
grande Caminé hasta el fondo donde en el último pabellón (a
la derecha, entrando) estaba arrendado -cuando
era niño- a la GUE Labarthe que lo hacía
funcionar como primaria Ahí estudié
cuarto y quinto.
Por supuesto, ya no pertenecía a Labarthe pero ahí estaba el pabellón
Salí por la puerta
posterior, a la calle, a la plaza
Andalucía (ver web) donde hay un complejo deportivo con piscina y otras
habilitaciones pero, antes, era llano, solo había tres losas por lo que los
muchacho de los alrededores podían acudir
con confianza con su pelota a jugar, y si
las losas estaban ocupadas, por fin, en el terral , frente a la iglesia del padre (Web),
jugaban
Ahí, en esas losas, Jugaron Lucho La Fuente, Cholo Sotil, cuando eran aun desconocidos
(ambos jugaron el selección peruana) al
lado de Bigotito, mi paisano Chamaco,
Mañuco y las carteristas de la parada (a tres cuadras) que hacían un alto a su latrocinio y desafiaban jugar como cualquier muchacho Mis
años púberes lo pasé ahí, mirándolos
jugar y a veces cuando no había gente me
llamaban para completar un equipo
Después de larguísimos años caminé como quien va al cine Andalucía, pasé por el complejo
habitacional del año cincuenta y tanto, vetusto por lo años, ahí vivía Abanto, mi
compañero Había frente al cine un terral
donde jugábamos nosotros los primariosos,
ahora hay una vereda peatonal amplia El cine Andalucía ya no era cine sino una iglesia evangélica
pero su estructura es la misma Me arrellané al muro de una de las cuatro puertas
con rejas enrollables (aun las tenía pero repintadas) mirando la puerta de mi escuelita (tapiada) Imaginé ver salir
al pequeño Abanto, a Caballo,
a Papa Frita que se acercaban al cine
Hice ademán de llamarlos… Y una lágrima gruesa,
redonda, rodó por mi mejilla y empapó mi
corazón .
También me pareció estrecha la calle Los Chancas que
entra por la av. Méjico al Andalucía y dividía mi escuelita de primaria a la vecindad. Calle donde, también, jugábamos hasta las nueve de la noche (estudiaba
en la tarde) y muchas veces mientras regresaba a mi casa corriendo y asustado
por la reprimenda que iba recibir me cruzaba con mi madre en La Pampa, venía con un fuste en una mano
y en la otra llevaba un balde
-¡Chendo, me decía, no te corras!¡ Si no quieres que
te castigue llena este balde con agua y
llévalo a la casa! Tenía miedo recoger
el balde porque tenía el arma en ristre
-¡Bótame el balde! Pedía. Mi madre, entonces, lo dejaba en el piso y se iba pero antes me
amenazaba:
- ¡Vas a ver no mas, muchacho de miércoles!
Llenaba el agua en el balde en el pilón de la línea y los subía hasta la media cuesta del cerro
esperando que mi padre me defendiera.
El pilón de la
línea, le decían así a la vía férrea del tren que venía desde Atocongo y llegaba hasta, tras, el Cementerio
Presbítero Maestro pero, en el cruce con la avenida Riva Agüero, antes, había
un surtidor de agua que noche y día fluía
pero era para todas las viviendas hacinadas en el cerro, el único pilón.
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