Por aquellos últimos años de mi tienda,
por lo menos, tenía más tiempo a
observar los movimientos de mis empleados. El municipio cobraba religiosamente por
arbitrios y baja policía pero por nuestra cuadra no mandaba el maldito furgón
que recogía la basura. Los locatarios vecinos teníamos que contratar personal
extra para que botara la miseria acumulada en la trastienda en un latón y
llevarlo a un contenedor a seis cuadras
de distancia. Tenía un empleado que solícito
me sugería en horas vacías llevar la basura ¡Cosa rara porque eso no era su
deber! Luego de unas veces de su asistencia sospeché porque no era nada agradable llevar
un latón de basura en una carretilla de dos ruedas en seis sendas cuadras largas.
Aquella última vez cuando me pidió llevar el latón de
basura ya lo tenía atado a la
carretilla. Consentí pero antes le di otra comisión: depositar unos cheques en
mi cuenta corriente en un banco cercano.
Y fui inspeccionar
la botija y como sospeché encontré en el fondo varias gruesas de un producto almacenado en
los estantes de la trastienda.
Cuando volvió, cerré la reja tras él, le llevé al lugar incontestable, le encaré sin grosería y ,terminado, le despedí sin ningún miramiento ni
le pagué ninguno de sus derechos.
Una empresa particular, supongo, con alguna variación
a ésta actuará así pero las
empresas públicas ante un hecho delictivo de sus funcionarios en el 99 por
ciento no hay sanción. En el gobierno todo huele mal como, por ejemplo, la decisión fina del Ministerio de Defensa y
de la FAP (Fuerza Airea del Perú) de
comprar una nave italiana de trasporte que hace solo un año y medio estaba
cotizada en 10 millones de euros menos
que el precio que acaban de pagar (Hildebrandt
en sus trece nº 180)
Sin embargo, nunca les pasa nada a éstos funcionarios corruptos,
más bien, los que los denunciaron están propensos a ser querellados.
Dicho de paso, así, en este caso, las FFAA pretenden
emparejar al poderío de las fuerzas
chilenas. Nunca.
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