Era un hombre tan degradado que había perdido toda vergüenza, acudía de noche a rebuscar de los conteiner de basura, algunos residuos que pudiera valer algo (juntando en volumen): periódicos, cartones, botellas… para al día siguiente venderlo y con ello libar licor barato con sus amigos cachineros, en la mañana, y esperar, otra vez, la noche.
Pero esta vez encontró una mujer, un maniquí mujer aunque le faltaban ambos brazos.
¡Oh mi nena! dijo ¿qué haces aquí? ¿También jodida como yo? ¡Pobrecita! ¿Te han botado? ¡Miserable aquél! ¡Ven, te llevaré a casa!
Y lo metió en su ampuloso costal.
Aquella noche después de dejar sus bártulos en la acopiadora llevó al hombro aquella cortesía de la noche, cerro arriba, a su casa, e iba ese trayecto recordando años pasados mejores y se preguntaba: ¿En su vida a cuántas mujeres había llevado a su casa, sobre todo, antes, cuando era joven? Muchas, se respondió, mientras la maniquí mujer sobresalía su cabeza por la ranura del costal atenta de oír.
La mayoría prostitutas, recordó Renato Rongato pero le vino a la mente Santorina, la cara de caballo, que no quería dejar la casa y tuvo que pagar Renato a una negra para que se hiciera pasar por su mujer y desalojarla.
Pero, inmediato, le vino a la mente Perla del Valle, la muchacha más hermosa del cerro pero por cosas de la vida eligió mal su hombre y se fue del barrio, se perdió ; y volvió diez años después , fea, gorda, desgreñada prostituta , irreconocible. Y Renato Rongato la descubrió aquella mañana lagrimeando ella al pie del balcón –la casa era ya de otro inquilino-donde adolecente ella, hecha un primor, los Romeos del barrio le lanzaban flores, le daban serenata y algunos le recitaban breves rimas de Adolfo Becker. Su padrastro le habría de cortar su linda cabellera a Perla del Valle para desanimar a los obsequiosos enamorados. A Perla del Valle le dio tanto coraje que se fue de la casa con el primer hombre que apareció aquella tarde, para mala suerte, como dije, un mal hombre.
Aquella vez del regreso, del lloriqueo bajo el balcón se reconocieron Perla y Renato ¿Los alicaídos de la vereda acaso no se reconocen al instante? Se fueron a una cantina a libar doce horas desenfrenadas recordando sus jóvenes años, los quiebres de éstos, los pozos y algunas anécdotas que, como válvulas de escape soltaban en sus risas estentóreas.
Renato Rongato había soñado con Perla del Valle cuando era inmaculada jovencita pero ahora era un oprobio de esa imagen , aun así se preguntó Renato ¿Quién era él para juzgar? Así que la llevó a su casa, le dio alojamiento, convivieron largos meses con el alcohol y el fragor coligiendo que una pena entre dos es menos atroz. La embarazó a Perla del Valle y el hijo que nació desde el primer día olía a aguardiente barato; que, ella, un buen día, optó desaparecerse con el crio sin darle razón alguna de paradero.
Ahora Renato Rongato tiene a la tullida Perla de la Calle, así le puso de sobrenombre. La limpió con pañitos húmedos, la aromatizo con perfumes baratos, la tendió a su cama, abrazo y acaricio como hace tiempo no se acostaba con mujer alguna y le prometió conseguir su brazos ortopédicos.
En Tacora, donde todo se encuentra de segunda mano le consiguió una peluca rubia, faldas pequeñas y breve ropa interior.
Sus ojos de Perla de la Calle hasta parece que tuvieran nuevo brío. Renato le cambia de ropa según la estación y mientras fríe el huevo que montara a su arroz, por su hombro voltea y ve a Perla de la Calle sentada, atenta, y Renato le habla, le pone al día de sus asuntos.
En la cachina sus amigos notan cambiado a Renato Rongato, ya no se le ve en las cantinas, alrededor de la acopiadora, ahora ya no baja del cerro para tomar ron sino baja de frente al emporio Gamarra a recolectar los desusos y los vende en otra chatarrería, incluso, dice, ahora lo han visto aseado y limpio.
Es que Renato Rongato va juntando sus reales para comprar sus brazos a Perla de la Calle, ha consultado y le han sugerido que se compre un maniquí nuevo porque el precio le sale casi igual pero él no quiere, entonces, ha optado repararlo y será, ya tiene fecha, justo los seis meses de estar juntos.
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