lunes, 9 de junio de 2014

Neuromarketing


 
En el 2004, el neuro científico Read Montague y su equipo hicieron una variación del test: Desafío Pepsi: hacer probar un vaso de gaseosa y pedir al voluntario qué gaseosa era, Coca Cola o Pepsi Cola.

Además de comparar la preferencia del sabor a ciegas, observaron la actividad cerebral -gracias a  imágenes de resonancia magnética- cuando un voluntario  se le hacía ver la etiqueta de Coca Cola ó Pepsi, antes de probar la respectiva  gaseosa. La actividad cerebral resulto ser considerablemente distinta en cada caso. La certeza de estar a punto de tomar una Coca Cola activaba  regiones cerebrales especificas: principalmente, la corteza dorsal lateral, pre frontal –relacionada a la toma de decisiones y a una parte del comportamiento afectivo- y el hipocampo, vinculado desde hace décadas a la formación de recuerdos y la memoria autobiográfica. La certeza de tomar Pepsi   en cambio, no activaba estas regiones.

El de Montague fue uno de los experimentos  fundacionales de lo que hoy se conoce como Neuromarketing. Si bien, debe tomarse con pinzas –el mapeo de las funciones  del cerebro aun no es posible- hay cosas que la psicología social ya había visto sin necesidad de escanear un cráneo. Por ejemplo, que la memoria y los procesos afectivos intervienen en el instante mismo de elegir una marca. Coca Cola está arraigada a la experiencia cultural. Es la felicidad por antonomasia, la bebida que instaló las imágenes arquetípicas de papa Noel y del oso polar: esa clase de estampas que conocemos siendo apenas  niños.

Gracias a su lugar preferente en la televisión en el Perú, Inka kola tuvo a su disposición  la magia de de la omnipresencia, y pudo hacer algo similar a lo de Coca Cola, a pequeña escala, claro. La asociación con los iconos peruanos  –incluida la comida local, mucho antes que Gastón Acurio- y la presencia de la marca en paneles y anuncios fueron estrategias que no hubieran podido funcionar sin ese bombardeo televisivo. Gracia a la pantalla chica la  Inka kola ha podido colarse en la memoria  afectiva de varias generaciones de peruanos, pues cualquier presencia  física de la marca era un eco a algo- una melodía, un rostro- que ya estaba en nuestra conciencia. Todos recordamos  los puestos de los policías de tránsito con el logo de, Inka kola

Los psicólogos saben desde hace mucho que las marca relevantes se instalan, por un lado, en la memoria autobiográfica del consumidor, en ciertos episodios que se pueden evocar conscientemente; y, por otro lado, se nos pegan gracia al llamado “priming”, una persistencia de imágenes y mensajes de la que no somos conscientes pero que se manifiestan, súbitamente, al tomar decisiones, como un invisible gas que nos contamina. Marcas como Coca Cola e  Inka kola se dan el lujo de tener las dos cosas, memoria explicita y el inconsciente. Son, pues, ineludibles. Las corporaciones que producen gaseosas – un producto muy vulnerable desde el punto de vista racional- saben bien que sobreviven gracias a esa persistencia, y por eso siguen invirtiendo millones en colocarse en medio masivos.

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