domingo, 15 de junio de 2014

Se había casado mi hija


Se había casado mi hija, la primogénita, lo que lloraba de niña cuando por algún momento su madre salía hacer la plaza  o a mover la tierra para plantar un palto o una buganvilla  en nuestro jardín. Ahora,a mi hija, la veía caer de sus lindos ojos unas lágrimas  felices por haber hallado el hombre que la amaba.
Aun  adolecente, en ciernes de  juventud, rápido le venia el llanto cuando  en un discurso  de familia se emocionaba al hablar. Así era ella.
Lágrimas que confirieron de oro y plata a su alma.
Se había casado mi hija la primogénita, sin embargo, me daba pena su temprana miopía, no percibía, cerca, el lenguaje corporal ni  relieves ni detalles sin sus lentes. Sin sus lentes, sonreía  siempre.
Fue diligente y servicial con  sus compañeras de colegio y vecinas del barrio y, así, se formó su persona sobre un carácter bueno. 
De noche al volver de la universidad, solía decir,  en la avenida oscura, al cruzar la pista, solo veo manchas brillantes que me empañan los faros de los carros, el resto no distingo…
Se había casado mi hija y para la fotografía de rigor, recuerdo, se había quitado sus lentes y sonreía a todo el mundo aunque el mundo como los faros centellantes ignoraba su dificultad 

Ella es buena conmigo, siempre lo ha sido, y aunque con lágrimas me dijo que me separara por un tiempo por el bien de sus hermanos y su madre, le hice caso. 
Algo así me dijo como que es una prueba del destino y que dos arboles(soberbios) no pueden estar plantados juntos sino necesitan un espacio, ni tan cerca  ni tan lejos.
Tiene dos hijitas y todas, en este tarde, me llamaron por teléfono .  La bendigo,  que su buen corazón nunca se apague. Es mejor considerar al mundo feliz como ella, sin sus lentes, que tenerlos como el mío perspicaz, auscultador, examinador   fijándose los mínimos detalles que por lo general son retorcidos y villanos.
Gracias, hija, por recordarme.

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