-¿Cómo será si dos madres vicentinas
con tocas aladas subieran un tranvía?
Pregunté a mi compañero de infortunio
-Se estorbarían por ser muy cabezonas,
Dijo, irreverente y suelto niño Rosado,
Tal como yo descomedido, me preguntó
luego -¿Por qué no le dijiste a la madre
mantener la competencia sin respirar?
-Eres más tonto que un zopilote –le dije-
Era una treta mía porque eras de hartar
Entonces pellizcó mi
brazo, me retorcijé
La lección aprendida al entrar, recordé
Responder con hechos o palabras, dije:
Solo las mujercitas como tú pellizcan
¿Quieres que nos mechemos ahora?, retó
Tratando por su contextura asustarme
-Si quieres, no te tengo miedo gordo panzón,
Dije, entonces me cuadré a la defensiva
Y el gordo se sintió dudoso dar el inicio
Dijo: -Yo te pegaría sino que no la hago
porque la virgencita nos está mirando
Yo le remedé con sus propias palabras
Agregándole un humillante tonillo
que lo sintió de veras: Ay, yo no te pego
porque la
virgencita está mirando…
Se enfureció dando al suelo tacazos,
Mostró el puño tal que salía el meñique
-Te la corto
para la salida, me propuso
Empuñé el mío y saqué igual mi dedo
Nuestros meñiques también trenzaron
(era pacto de caballeros para el duelo)
Espeté: -Veras quién soy gordo panzón
Y tú a mí, respondió, delgaducho cabezón
Me voy a sentar sobre ti sin consideración
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