jueves, 12 de enero de 2017

SAN VICENTE DE PAÚL 4


Cuando de pronto sin decir una palabra
Reparé que mi compañero de carpeta
-Algo gordo,  vecino de  faz sonrosada-
Con una tiza tablero y asientos dividía
Y se levantó luego para partir el piso            
No me inmuté ni le dije por qué lo hacía
Comencé sacar  mis útiles de mi bolso
Y colocaba los lápices sobre la ranura

Mi borrador y tajador sobre un calado
Ora el gordo remedaba, lo mismo hacía,
Cruzaba los brazos, yo, y él lo repetía
Dos manos en la carpeta, los dos ponía
Retiraba las dos manos,  él repetía
Circunspecto, ni se reía ni enjuiciaba
Entonces maniobré, simulé un ardid
Tomé aire, cerré ostensible mi boca

Puse una mano cruz a mi boca cerrada
Apreté mi nariz con mi otra mano
Pero subrepticiamente  yo respiraba
Aquél lo iba repitiendo y pensaba
Que la competencia era  sana  legal
El asunto era quién podía resistir más
Y sin pacto oral me lo remedó igual
Pasando pocos pero largos segundos
                                                         
Que me estaba ahogando,  disimulé,
Mis ojos  abrían desmesuradamente
como advertir que no abandonaba*
Entonces noté que cambiaba de color
Atascadas lágrimas le pugnaban salir
Sus mejillas parecían aturquesadas
Una esfera humana a punto de estallar
Así pues el gordo colapsó, se desvaneció
__
*La competencia

No, sobre el regazo de la carpeta nuestra   
Sino sobre el piso e hizo gran estruendo
Todos preguntaban qué es lo que pasó
Algunos  aireaban con sus cuadernos
La sor vino, se asustó, reclinó y gritó:
¡Alumno Rosado! ¡¿Qué pasó por Dios?!

Ora apoyaba su rolliza y recia espalda
sobra las canillas de sus compañeros
Soltando las toses en varias arcadas
Y ¡suerte! Poco a poco reaccionaba

Alumno –la sor me preguntó- ¿Qué pasó?
Yo no quería decir nada e hice mutis
Mi silencio me acusaba responsable
Solo tamborileaba nerviosamente
-Desde allí la sor me tuvo ojeriza que
notificarme, ella  no descansaría -

(Éramos Rosado y yo, últimos de la fila
La pared recostaba  nuestra espalda
que se abría en un vano hacia la antesala
y a los cuartos del fondo de la escuela)

-¿Te ha pegado? preguntó  la monja
Dijo por fin Rosado: -No madrecita
-No me llames madre  por favor
que por madre la tienes en tu casa
Dime sor Antonieta ¿entendido?
-Sor Antonieta, no me pegó, verdad
-¿Qué pasó? Entonces - porfió la sor
Un poco exasperada a la reticencia

Y como no queríamos más explicar
-De castigo por sus travesuras –dijo-
¡Los dos a rezar diez padrenuestros
Y diez salves en la gruta de la virgen!

Y halados de cada oreja nos sacó 
A limón, ante la risa de todo el salón
Sobre un sardinel nos hizo arrodillar
Y como aun no sabíamos la oración                          
Nos daba  voz y teníamos que seguir
Ahí me di cuenta  llevaba al pectoral
en acero grisáceo un cristo colgante
Y al cinto cuentas de rosario de arce

Dijo: Cuando acaben regresan al aula
con  voz adusta y seca como su cara
A  través de su tocado alado  níveo
Pude  reconocer a una mujer trigueña
Tal vez sería de un pueblo profundo
Ojos pequeños  contextura mediana
No recuerdo que dando clases  sonriera
Como si hubiera obligada ser maestra

Sin embargo en la misma congregación
Después vi a superioras de tez blanca
ojos verdiazules personas anglo sajonas
Como profesoras en el edificio mayor
Donde enseñaban a las mujercitas;
O viejecitas como pasitas arrugadas
en sus sillas de ruedas tomando el sol,
o el fresco, al disminuir la irradiación
Con su clásica toca blanca hábito azul

Además de colegio era casa de retiro
De antiguas hermanas de la caridad
Sus últimos años de vida allí pasaban
Repasando las cuentas al Padre Paúl              


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