miércoles, 18 de enero de 2017

SAN VICENTE DE PAÚL 10

PARTE DOS                  

Mi padre sin duda no era alfil de un rey
Vendía fruta en calles urbanas de Lince
No podía sacarme a diario de la escuela
Ni mamá ¡Ambos tenían que trabajar!
Ni encargarían a otro por tal comisión
Entonces pronto reparó en dos cófrades
Que hacían el mismo tránsito en volver
Cuenta se dio por el  uniforme albo azul

Diferente al común de los estudiantes
(Tipo comando color beige boina y galón)
El nuestro llevaba los colores  vicentinos             
Pantalón azul chaqueta blanca a broche
-y no botones, éramos muy juguetones
Los botones fáciles desgarraban del ojal -
Y al cuello, una corbata michí color azul
y como resguardo el guardapolvo blanco

Eran de mi barrio, los hermanos Aparicio
Uno en Transición como yo, el otro, Primero

Su casa estaba al pie del cerro dinosaurio
Frente a la pampa donde solíamos pelotear
Tapiados por el colegio amarillo que daba
frente a la luenga avenida  Riva Agüero

Era su madre, doña Cardina, La inyectable
¿Quién era su mamá? ¡Cómo no iba saber!
Mi madre me había llevado allí unas veces
para que la horrible jeringa me aplicaran

Era alta, delgada, mirada entristecida
Tal vez por gobernar la casa sin marido
Con una hija que se llamaba Marina
que era del barrio harta habladuría
                    
Loca Marina como la llamaban, solía                                                     
Escaparse en la noche por la ventana
(era su cuarto pegado a la vereda)
Y presurosa, las tres cuadras,  corría
lo que  le separaba de la avenida
donde un auto gris la esperaba, y la
noche enlazaba  ¡sabe dios dónde!,
En Barranco –decían- bien la pasaba

Loca Marina era devuelta  raída usada
Un par de líneas antes del amanecer

En cuerpo espléndido izaba dulce carga
Sus dos piernas macizas  apuntalaban
-¡Metro ochenta de estatura azucarada!-,
Labios rosa, carnosos,  mirada traviesa
Rara avis  diferenciaba a las vecinas
Parecía una venus dorada del Olimpo

Pronto avisaron a la madre las corridas
Decidió por ello un albañil contratar               
y poner coto a esas fugas reiteradas
y quedó la avecilla confinado a prisión

La loca Marina, pienso, odiaba el barrio                    
No les oí  a sus hermanos pero yo sabía

Su ventana enladrillada un día la halló,
De lucerna a una manga de luz apenas
                                                       
La loca Marina optó un día cualquiera                                                  
despedirse del barrio de su juventud
El brío de navaja noctambula  eligió y
no volvió más, al franquear la puerta.


***

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