lunes, 22 de diciembre de 2014

Torre Tagle (un sueño)


Quisiera, el día durara menos, por ejemplo, tres o cuatro horas.
Con la noche me entiendo, a pesar, me levanto constantemente,
Desvelado, me pongo a leer, me canso, vuelvo al sueño; despierto
 Me pongo a escribir, me canso, vuelvo al sueño; y por último,
Me despierto y pongo al día mi correo.  Con la noche me entiendo.
 Pero el día, ¡Ay el día!,  me parece largo y angustiante…

Saliendo de hospital de mi terapia física -sufro escoliosis cervical –
A eso de las diez de la mañana  ya estaba de vuelta en el barrio.
¡Qué hacer hasta la hora del almuerzo, decía, odio las horas vacías!
Quería llegar de frente almorzar, tomar la siesta, y volver a salir
Por  algunas tareas pendientes, aunque en realidad, disimular hacer
Y volver juntos, en el bus, con los vecinos  que estudian o trabajan.
Vi un cartel en la acera: Internet un sol la hora, segundo piso,
Dos horas, dos soles, una cabina. Más barato que degustar un refrigerio
Subí  la escalera estrecha de un solar que en el aviso  ofrecía internet.

En el rellano me llamó la atención la luminosidad del ambiente interior
Corredores amplios con loseta cerámica cenizo encerada y lustrada,
Balaustrada  de madera laqueada  - Edificio antiguo republicano-
Con repujados moros en el relieve y todo el perímetro de la galería.   
Desde la baranda, donde me apoyé, absorto,  pude ver y tocar todo, 
Las volutas, estrágalo y  bocel de las  columnas bellamente decoradas;
Vivos jardines, arbolillos jóvenes, exedras semicirculares vi en el patio.
En vez de entrar a la cabina  paseaba por demás patios  de la casona.
Raro, en mi distrito hubiese una, cuando  existen en la Lima Cuadrada
La arquitectura, réplica al Palacio Torre Tagle que alguna vez entré.
 Paseaban parejas en vestidos impecable  con sus niños de la mano,
Afincándose, unos, en un café, una tiendecita  suvenir, peluquería,
O, algún stand de comida rápida que había en amplios corredores.
También había departamentos interiores donde alguna dama vi salir
Halando del collar  un caniche blanco a dar un paseo por la arboleda.
¡Cómo quisiera vivir aquí!, pensé, pisos altos, puertas estilizadas, 
Estas, tenían en la parte superior otra pequeña como claraboyas:
Harto de luz y ventilación, luminosidad  que uno necesita para escribir.
Sufría  un exilio y me haría bien recalar aquí en una casa, reparé.

Seguía caminando con emanación de espíritu  inacabables patios. 
La techumbre de madera pintado color claro entre celeste y nácar,  
Los ventanales cerrados cada cierto trecho ¡cosa rara! hacia la calle
Pero hacia los jardines rolados: piletas, levitas, encandilaba de luz.
¡Qué bonito!, repetía enésima vez ¡En mi barrio y nunca  di cuenta!
Refleja, me censuré, lo poco solidario que soy con su gente y entorno.

Fatigándome  pasear sus balcones decido bajar al umbrío jardín
Ya en él, una comparsa de payos provistos de tambores y flautas
Hacía un desfile mientras  elfos y duendes ensayaban volteretas.
Decidí usar el video de mi celular, al presionar enter cambió todo.

Todo se puso, repentinamente, viejo, deslucido, sucio y deprimente
Como las casonas dejadas, derruidas, descascaradas, de Barrios Altos;
El séquito era, ahora, corte de drogos y delincuentes que me vieron
Me asusté, felizmente, había una puerta amplia de salida, por ahí salí,

Afuera, un riachuelo sucio, cloaca, perros sarnosos, un terreno baldío.
No había un pie urbano ¿Dónde estaba? ¿Qué había pasado?, pregunté
Entonces, exhausto, desperté y antes que se me olvide, tal cual, escribí.



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