Quisiera, el día
durara menos, por ejemplo, tres o cuatro horas.
Con la noche
me entiendo, a pesar, me levanto constantemente,
Desvelado, me
pongo a leer, me canso, vuelvo al sueño; despierto
Me pongo a escribir, me canso, vuelvo al sueño;
y por último,
Me despierto y
pongo al día mi correo. Con la noche me
entiendo.
Pero el día, ¡Ay el día!, me parece largo y angustiante…
Saliendo de
hospital de mi terapia física -sufro escoliosis cervical –
A eso de las
diez de la mañana ya estaba de vuelta en
el barrio.
¡Qué hacer
hasta la hora del almuerzo, decía, odio las horas vacías!
Quería llegar de
frente almorzar, tomar la siesta, y volver a salir
Por algunas tareas pendientes, aunque en realidad,
disimular hacer
Y volver
juntos, en el bus, con los vecinos que estudian
o trabajan.
Vi un cartel
en la acera: Internet un sol la hora,
segundo piso,
Dos horas, dos
soles, una cabina. Más barato que degustar un refrigerio
Subí la escalera estrecha de un solar que en el
aviso ofrecía internet.
En el rellano
me llamó la atención la luminosidad del ambiente interior
Corredores
amplios con loseta cerámica cenizo encerada y lustrada,
Balaustrada de madera laqueada - Edificio antiguo republicano-
Con repujados
moros en el relieve y todo el perímetro de la galería.
Desde la
baranda, donde me apoyé, absorto, pude
ver y tocar todo,
Las volutas,
estrágalo y bocel de las columnas bellamente decoradas;
Vivos jardines,
arbolillos jóvenes, exedras semicirculares vi en el patio.
En vez de
entrar a la cabina paseaba por demás
patios de la casona.
Raro, en mi
distrito hubiese una, cuando existen en
la Lima Cuadrada
La
arquitectura, réplica al Palacio Torre Tagle que alguna vez entré.
Paseaban
parejas en vestidos impecable con sus
niños de la mano,
Afincándose, unos, en un café, una tiendecita suvenir, peluquería,
O, algún stand
de comida rápida que había en amplios corredores.
También había
departamentos interiores donde alguna dama vi salir
Halando del collar un caniche blanco a dar un paseo por la
arboleda.
¡Cómo quisiera
vivir aquí!, pensé, pisos altos, puertas estilizadas,
Estas, tenían
en la parte superior otra pequeña como claraboyas:
Harto de luz y
ventilación, luminosidad que uno necesita
para escribir.
Sufría un exilio y me haría bien recalar aquí en una
casa, reparé.
Seguía caminando
con emanación de espíritu inacabables
patios.
La techumbre
de madera pintado color claro entre celeste y nácar,
Los ventanales
cerrados cada cierto trecho ¡cosa rara! hacia la calle
Pero hacia los
jardines rolados: piletas, levitas, encandilaba de luz.
¡Qué bonito!, repetía
enésima vez ¡En mi barrio y nunca di
cuenta!
Refleja, me
censuré, lo poco solidario que soy con su gente y entorno.
Fatigándome pasear sus balcones decido bajar al umbrío
jardín
Ya en él, una comparsa
de payos provistos de tambores y flautas
Hacía un
desfile mientras elfos y duendes ensayaban
volteretas.
Decidí usar el
video de mi celular, al presionar enter
cambió todo.
Todo se puso, repentinamente,
viejo, deslucido, sucio y deprimente
Como las
casonas dejadas, derruidas, descascaradas, de Barrios Altos;
El séquito era,
ahora, corte de drogos y delincuentes
que me vieron
Me asusté, felizmente,
había una puerta amplia de salida, por ahí salí,
Afuera, un riachuelo
sucio, cloaca, perros sarnosos, un terreno baldío.
No había un
pie urbano ¿Dónde estaba? ¿Qué había pasado?, pregunté
Entonces,
exhausto, desperté y antes que se me olvide, tal cual, escribí.
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