¡Pobre mi madre, ya no ve bien! Resulta, estoy bajando a la sala y me encuentro con
ella en la el descanso de la escalera y extendiendo su mano como si sufriera un ataque artrítico me dice:
¡Ten cuidado al bajar! La gata ha vomitado, pensé era una bolsa tirada, lo agarré y me he ensuciado la mano.
Eso me hizo recordar a mi padre, en las últimas, cuando, una vez, se
ensució su ropa, su esfínter ya no le ayudaba retener. Lo llevé al sanitario,
lo limpié, le mudé la ropa y le lavé las
manos. Cuando salió, mientras yo dejaba limpio el baño, él había cogido a la misma gata
(gata blanca de frondoso pelaje) que
estaba echada en un brazo del sofá pensando que era una toalla para secarse.
¡Pobre mi madre, ya no oye bien! He salido muy temprano a la calle y
regresé a eso de las diez de la mañana. Subo la escalera y el en rellano miro
al fondo del corredor que mi madre está tocando mi puerta. Yo, hago una
gracia tocando la puerta del baño que tengo al lado. Ella ausculta mi
puerta y vuelve a tocar, yo hago lo mismo, entonces se queda perpleja y toca
con más fuerza y yo repito. Seguramente duda y se pregunta:
¿De donde acá la casa tiene eco? Se da la
vuelta haciendo un gesto de ¡Oh, al diantre! Entonces nos tropezamos
y me da la noticia:
¡Ah, hijo, aquí estás! Yo pensé que estabas dentro
de tu cuarto ¡Oye, mira, la casa tiene eco!
Y vuelve a tocar la puerta y
aguarda la réplica Ya no hay respuesta quedándose confusa. Entonces en la otra vuelvo hacer la imitación, sonriéndole.
¡Ah, eras tú! Y mi viejita se fustiga a si mismo:¡Ah, vieja sonsa ya para nada sirves, ni para discernir de dónde viene
el sonido!
No hay comentarios:
Publicar un comentario