viernes, 12 de diciembre de 2014

¡Pobre mi madre…!


¡Pobre mi madre, ya no ve bien! Resulta,  estoy bajando a la sala y me encuentro con ella en la el descanso  de la  escalera y extendiendo su mano  como si sufriera un ataque artrítico me dice:
 ¡Ten cuidado al bajar! La gata ha vomitado,  pensé era una bolsa tirada,  lo agarré y me he ensuciado la mano.
Eso me hizo recordar a mi padre, en las últimas, cuando, una vez, se ensució su ropa, su esfínter ya no le ayudaba retener. Lo llevé al sanitario, lo limpié, le mudé la ropa y le lavé  las manos. Cuando salió, mientras yo dejaba  limpio el baño, él había cogido a la misma gata (gata blanca de frondoso  pelaje) que estaba echada en un brazo del sofá  pensando que era una toalla para secarse.

¡Pobre mi madre, ya no oye bien! He salido muy temprano a la calle y regresé a eso de las diez de la mañana. Subo la escalera y el en rellano miro al fondo del corredor que mi madre está tocando mi puerta. Yo, hago una gracia  tocando la puerta  del baño que tengo al lado. Ella ausculta mi puerta y vuelve a tocar, yo hago lo mismo, entonces se queda perpleja y toca con más fuerza y yo repito. Seguramente duda y se pregunta:
 ¿De donde acá la casa tiene eco? Se da la vuelta haciendo un gesto de  ¡Oh, al diantre! Entonces nos tropezamos y me da la noticia:
 ¡Ah, hijo, aquí estás! Yo pensé que estabas dentro de tu cuarto ¡Oye, mira, la casa tiene eco!
 Y vuelve a tocar la puerta y aguarda la réplica Ya no hay respuesta quedándose confusa. Entonces en la otra  vuelvo hacer la imitación, sonriéndole.
¡Ah, eras tú!  Y mi viejita se  fustiga a si mismo:¡Ah, vieja sonsa ya para nada sirves, ni para discernir de dónde viene el sonido!


No hay comentarios:

Publicar un comentario