Salgo temprano ha sacar una cita para el hospital. El micro
grande hay asientos disponibles. Me arrellano, saco mi periódico recién salido
del horno (kiosco) y empiezo por la página de atrás, resolviendo el crucigrama del día ¡Qué placer! En eso sube
una evangélica o carismática, no sé, y empieza a disertar sobre la palabra. Al comienzo no le hago
caso pero la voz de ésta es estentórea, fuerte, a pesar de ser la joven escuálida de contextura, tan chillante que no puedo concentrarme. Además
esta cerca, tengo que prestarle forzosamente la atención Dice muchas cosas
triadas Ella con sus veinte años
aproximado pensará que son cosas nuevas , las enfatiza tanto cuando uno como yo ,
tres veces mayor que ella, lo ha
escuchado, de otras/otros varias veces Siendo
así ¿He cambiado? ¿He seguido la palabra? No. ¿Tengo derecho a obviar y optar la distancia? Si. ¿O, todos tenemos
que pensar como ella quiere?
Parada frente al salón
parece que me lee el pensamiento y, adrede, sigue con la retahíla, repite una y
otra vez el mismo capitulo , ¿No hay otros carros donde pueda subir? Además ha
visto mi crucigrama en la mano y parece que está feliz haberme disuadido
resolver. Ya se ha pasado su tiempo
habitual de exponer pero sigue hablando.
¿No habrá alguien que la haga callar?
Reniego. Si me levanto y la hago callar,
pregunto ¿los demás pasajeros no se irán
contra mi? No he visto a través de los años que en los micros se les interrumpa una perorata cristiana, a pesar que muchos no
comparten ,como yo, sus ideas pero no permitirían que se les calle. Si no quieres
escuchar viaja en un taxi, esgrimiría alguno.
Entonces cavilo ¿No
pensará esta muchacha que el respeto a
la persona empieza por el respeto a la
tranquilidad? Sigue gritando y su voz militar me llega hasta el fondo del oído
, hablando sobre qué, el único camino de salvación es seguir la palabra , del
dios que derramó su sangre por nosotros
(a pesar que aun no existíamos), que es el único que nos puede ayudar ante que
la noche ( la muerte ) caiga sobre nosotros.
¡Qué miedo! Yo particularmente pienso que no hay nada después
de la muerte, la justicia suprema es la nada; somos los hombres lo que pusimos
los dioses en el cielo (Mahoma, Jesús, Buda, Krishna..), y no los dioses los
que pusieron a los hombre en la tierra. Hemos inventado los dioses para hacer
tolerable la vida. Si no existiera la religión cristiana otra cosa hubiésemos inventado.
O, una opinión más
tolerable, como dijo el científico peruano, el Dr. Montoya: El hombre es una chispa
de lo que es Dios. Tratar de explicar a Dios es explicar el espacio Pero más
descubres la realidad (el espacio) es más
la incógnita Hay un 90 por ciento de energía que aun se desconoce Dios es manifestación
del ser El ser es una energía que no tiene comienzo ni fin. No hay un Dios antro
mórfico como nosotros. Tratar de explicar Dios es tratar de explicar el espacio…
o sea lo que no conocemos.
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