sábado, 20 de diciembre de 2014

La palabra


Salgo temprano ha sacar una cita para el hospital. El micro grande hay asientos disponibles. Me arrellano, saco mi periódico recién salido del horno (kiosco) y empiezo por la página de atrás, resolviendo el  crucigrama del día ¡Qué placer! En eso sube una evangélica o carismática, no sé, y empieza a disertar sobre la palabra. Al comienzo no le hago caso  pero la voz de ésta es  estentórea, fuerte,  a pesar de ser  la joven escuálida de contextura, tan   chillante que no puedo concentrarme. Además esta cerca, tengo que prestarle forzosamente la atención Dice muchas cosas triadas  Ella con sus veinte años aproximado pensará que son cosas nuevas , las enfatiza tanto cuando  uno como yo ,  tres veces mayor que ella,  lo ha escuchado, de otras/otros  varias veces Siendo así ¿He cambiado? ¿He seguido la palabra? No. ¿Tengo derecho a obviar  y optar la distancia? Si. ¿O, todos tenemos que pensar como ella quiere?
Parada  frente al salón parece que me lee el pensamiento y, adrede, sigue con la retahíla, repite una y otra vez el mismo capitulo , ¿No hay otros carros donde pueda subir? Además ha visto mi crucigrama en la mano y parece que está feliz haberme disuadido resolver. Ya se ha pasado su  tiempo habitual de exponer pero sigue  hablando. ¿No  habrá alguien que la haga callar? Reniego.  Si me levanto y la hago callar, pregunto ¿los demás pasajeros  no se irán contra mi? No he visto a través de los años que en los micros  se les interrumpa una perorata cristiana, a pesar que muchos no comparten ,como yo, sus ideas pero no permitirían que se les calle. Si no quieres escuchar viaja en un taxi, esgrimiría alguno.
Entonces cavilo  ¿No pensará  esta muchacha que el respeto a la persona  empieza por el respeto a la tranquilidad?  Sigue gritando  y su voz militar me llega hasta el fondo del oído , hablando sobre qué, el único camino de salvación es seguir la palabra , del dios que  derramó su sangre por nosotros (a pesar que aun no existíamos), que es el único que nos puede ayudar ante que la noche ( la muerte ) caiga sobre nosotros.
¡Qué miedo! Yo particularmente pienso que no hay nada después de la muerte, la justicia suprema es la nada; somos los hombres lo que pusimos los dioses en el cielo (Mahoma, Jesús, Buda, Krishna..), y no los dioses los que pusieron a los hombre en la tierra. Hemos inventado los dioses para hacer tolerable la vida. Si no existiera la religión cristiana otra cosa hubiésemos  inventado.
O,  una opinión más tolerable, como dijo el científico peruano, el Dr. Montoya: El hombre es una chispa de lo que es Dios. Tratar de explicar a Dios es explicar el espacio Pero más descubres la realidad  (el espacio) es más la incógnita Hay un 90 por ciento de energía que aun se desconoce Dios es manifestación del ser El ser es una energía que no tiene comienzo ni fin. No hay un Dios antro mórfico como nosotros. Tratar de explicar Dios es tratar de explicar el espacio… o sea lo que no conocemos.

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