Uno recuerda haber escuchado que la vida y la muerte están separados por un hilo fino que es el destino, o que, la parca mueve la ruleta de la vida cuya bolilla embocará en un trebejo, y, cada uno, ruega no sea su hijo, su hija, su mujer.
El que se pone a pensar sobre las vicisitudes de la vida sabe que de todas maneras algún día cercano, o lejano, será el elegido.
En ese crucial minuto urgente queremos saber detalles y nos molesta que el que recibe la notica está impelida de hablar por el sofoque.
El que suele estar inclinado al cálculo razona:
Si somos cuatro hermanos con cuatro hijos cada uno, por ejemplo, la masa probable recae sobre 16; y si hay 4 tíos de padre y 4 tíos de madre aumenta el radio progresivamente.
La mala noticia toma cuerpo y cuando se da estaba, justo, lleno el vaso de aguante, a otros ya le había rebalsado y se esparce y contagia y vuelve histéricas, sobre todo a las mujeres, inunda como una avenida y crea el caos.
A algunos le maniata, les deja como zombies, sin reacción inmediata, le sumergen en una faz de signo de interrogación (Yo soy de estos)
Cuando luego se va discurriendo el acíbar sobre la fuente larga de loza en los presentes, vemos, sobre quién cayó la espada flamígera ¿Qué se hace entonces a parte de darle las condolencias y volver a su asiento? ¿Solo mostrar el sentimiento afligido y nada más? ¿Esperar que el efecto de la noticia se diluya? ¿o, actuar de inmediato si queremos apoyar con algo tangible? ¿Se tropieza uno cavilando que a quién cayó la espada es familia política y no merece tanto la aprensión?
Analizamos en silencio, silencio rudo que no explica a voz pero, muchas veces, afea el rostro humano. Y conforme se va distanciando los minutos en algunos el corazón enfebrecerá por la compasión pero en otros se pondrán duro y se irán distanciando y prestos tendrá la palabra para ponerse a la defensiva. El corazón se viste de diferente ropaje ante la noticia, a pesar de ser inmersos en la misma familia.
Quiero terminar precaviendo: a
veces un accidente de tránsito fatal en la calle de un familiar nuestro se
gesta en la propia casa antes de que ella o el salieran.
Una persona que camina por la calle preocupada, pensativa en lo que se le dijo momentos antes
es probable sea atropellado en la pista vehicular. Y esa preocupación puede ser
debida a una palabra soez, mal dicha,
amenazante, que le hayamos infligido.
Colofón: Pensar antes de hablar.
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